museo-en-sevillaEl sábado 30 de mayo de 2009, surcando las aguas del Guadalquivir, tuvo lugar la presentación del Museo de las Ciencias del Vino de Almendralejo a la comunidad extremeña residente en la ciudad hispalense. El acto estuvo organizado por la Casa de Extremadura en Sevilla y la Asociación de Amigos del Museo de las Ciencias del Vino de Almendralejo.

Contó con la presencia del Presidente de la Diputación de Badajoz, Valentín Cortés Cabanillas, y de la Concejala de Comercio del Ayuntamiento de Almendralejo, Josefina Barragán Merino, que dirigieron unas palabras al numeroso auditorio que llenaba el barco, resaltando la importancia del Museo almendralejense. En el mismo sentido se manifestó el Presidente de la Casa de Extremadura en Sevilla, Gonzalo Martín Domínguez, que, además, fue presentando a los distintos intervinientes.

El Cronista Oficial de Almendralejo, Francisco Zarandieta Arenas, habló de las relaciones entre Almendralejo y Sevilla; y el Presidente de la Asociación Amigos del Museo, Juan Francisco Macías, a través de un audiovisual, fue presentando las distintas dependencias del Museo y los objetos expuestos en él, sus objetivos y las actividades que ya han tenido lugar. A continuación se degustaron productos extremeños, en especial, vinos y cavas de Almendralejo, que tuvieron una excelente acogida.

La fiesta terminó con una actuación flamenca ofrecida por jóvenes extremeños, Esther Merino, al canto, y Francisco Pinto, al toque, que repasaron  magistralmente los distintos palos del arte: toná, cantos de trilla, jaleo, soleá, tangos extremeños y fandango; cerrando con unas alegrías magníficamente ejecutadas por la bailaora cacereña Silvia de Paz.

De la intervención de Francisco Zarandieta entresacamos algunos fragmentos que ponen de manifiesto que la presencia de Almendralejo y de los almendralejenses ha quedado patente en Sevilla, y, de igual manera, la ciudad hispalense y sus vecinos han dejado su impronta en nuestras tierras extremeñas:

"Hemos venido hoy -señaló- a traer parte de nuestra cultura, el Museo, y de nuestra economía, los vinos, como antes lo hicimos en la Semana de Tierra de Barros en la Expo'92. Pero quiero recordar a quienes ya hicieron este recorrido y esta aportación en la Exposición Iberoamericana de 1929, donde expusieron sus obras el pintor Manuel Antolín Romero de Tejada, y el escultor y ceramista Pedro Navia Campos; y en el Pabellón de Industrias, se presentaron los alcoholes de Juan Luengo, los vinos de Luis Montero Béjar y los caramelos ‘El Triunfo' y las pastillas de café con leche ‘La Piedad', de Toribio Fernández Olmo, a quien le fue otorgada medalla de oro por estos productos".

Recordó, después, la formación sevillana de artistas almendralejenses, como Pedro Navia Campos, escultor y ceramista, que estableció en 1924 un taller propio en el popular Barrio de Triana, en la calle Ruiseñor, al que bautizó con el nombre de nuestra Patrona, Talleres de Ornamentación Artística en Barros Cocidos y Vidriados "Nuestra Señora de la Piedad", desde donde acometió numerosas y variadas obras, destacando sus labores ornamentales para la citada Exposición de 1929, en la Plaza de España.

"También Carolina Coronado -dijo- estuvo en Sevilla y también en nuestra paisana se dio esa empatía que la ciudad del Guadalquivir produce en quienes se acercan a ella con el espíritu abierto y receptivo, firmando varios de sus poemas en esta ciudad. Cuando, como consecuencia de uno de aquellos ataques catalépticos que sufriera, circuló la noticia de su muerte, originando el homenaje que se suponía póstumo a su memoria, también por Sevilla corrieron esas voces, y Carolina dedicó un poema ‘a los que lamentaron mi supuesta muerte', titulado ‘La muerte agradecida', dirigida a los lectores de la revista hispalense ‘Guadalquivir', en la que dice:

‘El corazón, amigos, palpitante
como otras veces en mi pecho siento;
mas al oír vuestro piadoso acento
sobre las nubes me soñé un instante.
Juzgué más claro el sol, menos distante,
vi espíritus celestes en el viento
y en la estrella que más resplandecía
vi confusa la imagen de María'".

Regresando a Almendralejo, volvemos a encontrarnos con Sevilla en el Templo Parroquial de la Purificación, porque en uno de los frescos que lo adornan, en la pared del coro, casi oculto por el órgano, figura la Catedral hispalense. Y en los dos grandes paneles que se sitúan en los muros laterales del ábside, se representan, respectivamente, la conquista de Sevilla por San Fernando, quien preside la escena acompañado por un grupo de soldados, mientras los moros arrodillados le entregan las llaves de la ciudad, que aparece reproducida al fondo; y enfrente, un segundo mural, que personifica a Santa Isabel de Hungría curando a los tiñosos; escena que recuerda la obra de Murillo realizada para el Hospital de la Caridad de Sevilla.

Estas pinturas son modernas, de finales de los años 1940, y se hicieron para restaurar el interior del Templo que sufrió grandes desperfectos en 1936. El retablo del Altar Mayor del siglo XVII desapareció pasto de las llamas. Había sido pintado, dorado y estofado por un vecino de Sevilla, Lázaro de Pantoja, cobrando por ello 6.000 ducados [...].

Y si una guerra civil destrozó ese retablo, otro conflicto fratricida nos hace recordar a un almendralejense pasando penalidades en Sevilla: Juan Nieto Aguilar, II Marqués de Monsalud, a quien vamos a dedicar unas Jornadas de Historia el próximo noviembre en Almendralejo, a la que están todos invitados. Había nacido en Almendralejo en 1769, pero de pequeño se trasladó a Sevilla ocupando el Palacio de la Plaza de San Vicente. Cuando se declaró la guerra contra la Revolución Francesa, el Marqués acudió a Carlos IV ofreciéndole levantar a su costa un regimiento de Caballería, con el nombre de Carabineros de María Luisa. Con él guarneció, entre otras, la plaza francesa de Collioure, en 1794, la ciudad a la que llegó, en 1939, 146 años después, el sevillano Antonio Machado, en la orilla de su vida ‘desnudo de equipaje como los hombres de la mar'. Después, durante la guerra de la independencia, llegaría a ocupar la Presidencia de la Junta Superior de Extremadura. Y, pese a que se desentendió de las enconadas disputas políticas que caracterizaron el reinado de Fernando VII, su traza liberal le hizo ser presa de los disturbios del día de San Antonio de 1823 en Sevilla. A punto de ser fusilado, en aquella trágica jornada, consiguió salvarse por la intervención de un sargento, antiguo soldado de su regimiento, que ahora estaba entre los que le atacaban. Sin embargo, el rico mobiliario, las alhajas, la ropa, los papeles del archivo y todo cuanto existía en su Palacio sevillano quedó destrozado. Y el héroe de la independencia sufrió cuatro años de cárcel en Sevilla antes de que la Junta de Purificaciones lo declarara impurificado en primer grado. Se retiró a Almendralejo, de donde no volvería a salir, pese a que se le honró con diversos cargos. Aquí desarrolló una interesante vida cultural y política, siendo, entre otras cosas, quien salvara para la posteridad, en 1847, el famoso Missorium de Teodosio, que hoy se conserva en la Real Academia de la Historia, que ha autorizado recientemente la ejecución de una copia para la ciudad de Almendralejo".

Finalmente, pasó repaso, entre otras, a conexiones históricas basadas en el planeta de los toros; en el mundo del fútbol; en la emigración a las Indias de tantos almendralejenses que pasaban buscando un destino o una esperanza "allende los mares", por la Casa de Contratación, desde donde tendrían los recuerdos de última hora antes de partir, porque "el camino es peligroso y la vuelta dudosa"; en el sector olivarero, con la  aceituna que, precisamente, llamamos "sevillana", la aceituna fina que aderezaran al estilo sevillano, a comienzos de los años 1940, por vez primera en Extremadura, Leandro Izquierdo Benito y Alfonso Iglesias Infante; en la Semana Santa, de la que forma parte la Hermandad y Cofradía de nazarenos de Nuestro Padre Jesús del Gran Poder y María Santísima de los Dolores inspirada en su homónima sevillana, con la que se encuentra hermanada desde hace años; y en la Asociación Almendralejo en Sevilla, que trabaja por potenciar estas relaciones y que consiguió que en 1999 el Ayuntamiento Hispalense rotulara una calle con el nombre de Almendralejo.