felixgarciadelapenaFélix García de la Peña nació en 1885 en Sevilla, de donde procedía su madre, Ana de la Peña Hita, que fue a dar a luz a casa de sus padres en la ciudad hispalense. Su padre, Diego García Romero, y sus tíos fueron personas adelantadas a la sociedad almendralejense. Huérfanos de madre desde el nacimiento del menor de ellos, fueron enviados por su padre a estudiar a Soreze, en Francia, al colegio dirigido por el prestigioso Padre Lacordaire, que sin duda estimuló la imaginación y abrió los espíritus de aquellos jóvenes extremeños.

Su tío Julio se graduó como Ingeniero de Caminos en París: él diseñó la escalera exterior de subida a palcos de la Plaza de Toros de Almendralejo, en la remodelación de 1912, la llamada "escalera romántica" por José Antonio Hernández Tabernilla. Su otro tío, José, se licenció en Derecho y tuvo una larga e importante trayectoria como jurista.

Y el tercer hermano, el padre de Félix, destacó como innovador en actividades agrícolas y ganaderas. Un proyecto suyo acerca de la olivicultura motivó que el Ministerio de Fomento le concediera la Encomienda al Mérito Agrícola en el año 1908, y unos años después, pasada ya la crisis filoxérica en nuestras vides, reconstruyéndose nuestro viñedo, y siendo ya consciente de la importancia que tenía una fabricación cuidada de nuestros caldos, dio a la luz un manual titulado "Procedimientos prácticos y modernos para la fabricación de vinos en Extremadura", que se imprimió en Almendralejo con un prólogo de Marcos Suárez Murillo.

marcossuarezVamos a celebrar dentro de unas jornadas la festividad de San Marcos y el Día del Libro. Nadie mejor para enlazar estos dos acontecimientos que la figura de un sacerdote almendralejense que llevó el nombre del santo evangelista y que fue un gran amante de los libros, hasta el punto que existió el reconocimiento de su dedicación al estudio de Almendralejo, póstumo como casi siempre, honrándole, y honrándose, la Biblioteca Pública Municipal con su nombre. Me refiero, a Marcos Suárez Murillo.

Nació en nuestra ciudad el 30 de enero de 1880 en la casa número 18 de la calle Esparrilla, de entonces, siendo sus padres Antonio Suárez Ortiz, guarda rural, y Marcelina Murillo Navia, que como la inmensa mayoría de las mujeres de su tiempo se dedicaba a las tareas de su hogar. Fue bautizado, al día siguiente, por su tío Lorenzo Navia, y se le impusieron los nombres de Marcos y Claudio.

cangueroEn la Iglesia Parroquial de la Purificación de Almendralejo tienen lugar, a finales del siglo XVIII, los esponsales de quienes muy bien podrían llamarse Juan Alonso y María González, ambos de familias naturales de la villa desde tantas generaciones que no lo recuerdan.

Celebrarán tres días de bodas, en los que habrán de visitar la Ermita de Nuestra Señora de la Piedad, acompañados de los mozos y las mozas en grupo, cantando y tocando instrumentos. Es tal la costumbre que si no lo hicieran les parecería que no estaban casados. Luego, como dice el refrán que "Santa María la más lejos es la más devota", si pueden, han prometido, dentro del año, visitar a Nuestra Señora de Guadalupe y si no se atrevieran a tanto, irán a Nuestra Señora de las Nieves, que se venera en Zarza de Alange.

El padre de Juan no le ha podido dar al casarse ni caudal ni finca; sólo una arada, y le ha dicho: "Hijo, ya tienes obligaciones y una familia que mantener. Con esa arada lo has de hacer, como lo hizo tu padre que con ella te ha criado".

Pero Juan no se preocupa demasiado. Los tiempos han mejorado. Aquellas necesidades que ha oído contar a su abuelo, y que éste, a su vez, oyera del suyo, que hablaban de malos temporales o de plagas de langostas, ya se ven de otra manera. Siguen los perpetuos peligros de los campos, pero ahora se afrontan con otras perspectivas, con más optimismo.

fraypedro1677Diciembre de 1706. En el Convento de San Sebastián de Llerena, en una de sus celdas, un fraile franciscano consume los últimos momentos de su vida. Espera el viaje definitivo, la morada del descanso para quien ha tenido una vida ajetreada. Ahora tiene tiempo, su último tiempo, para pensar en lo que ha sido su vida.

Lleva el nombre de su patria chica, Almendralejo, donde su padre, Pedro Gutiérrez Calvo, ejerció de maestro. El Concejo pagaba a su padre un salario por enseñar a leer, escribir y contar a los hijos de los vecinos. Le abonaban también el alquiler de la casa, 200 reales anuales, y le daban otros doscientos más y arroba y media de aceite por hacerse cargo del mantenimiento del reloj de la torre. Y además, sobre estos sueldos escasos, tenía un importante privilegio: quedar exento de repartimientos y alojamientos de soldados.

Fray Pedro había nacido en 1640, el mismo año en que comenzó la guerra desastrosa con Portugal, desastrosa como todas las guerras, para Portugal y para España; y para Almendralejo, que al comenzar la contienda tenía más de mil vecinos y más de mil cuatrocientas yuntas de bueyes, y cuando acabó, 28 años después, le faltaban la mitad de los vecinos y sólo quedaban 400 yuntas; y, además, calles enteras desoladas, con muchas casas caídas y arrasadas y calles sin haberse podido reparar por falta de medios.

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"Yo no tenía el gusto de conocer, hasta hace poco, más que como un estudiante distinguido primero y como un laborioso funcionario después, a D. Luis Montero Béjar. Por eso, cuando, meses ha, llegaron a mis manos unos artículos literarios sobre vinicultura, publicados por él en un periódico de Badajoz, holguéme mucho, leyéndolos primero y escuchando posteriormente los grandes elogios, que los profesionales dedicaron por ellos a su autor, al señor Montero Béjar, uno de los vinicultores hoy más competentes de esta ciudad, que consagra su tiempo todo a la elaboración de vinos excelentes, poniendo en ello sus entusiasmos interesados de industrial y las desinteresadas aficiones a todo lo que significa progreso, que tiene él, como persona inteligente y culta."

Esta larga pero importante cita, que retrata a Luis Montero, abre el Prólogo que Marcos Suáez Murillo puso al interesante manual Procedimientos prácticos y modernos para la fabricación de vinos en Extremadura, escrito en 1915 por Diego García Romero [Almendralejo, Imprenta de Juan Bote, 184 pp.].