Almendralejo es una ciudad de 33.000 habitantes situada en el centro de la comarca de Tierra de Barros, en la provincia de Badajoz, al sur del río Guadiana, "cuyo nombre se da al terreno y pueblos situados entre el Matachel y el Guadajira, que es lo más pingüe de toda la Provincia", en palabras de Matías de la Peña, el primer cronista propiamente dicho de la localidad, allá por el año de 1830.
Primero fueron los barros. Antes de que los grupos humanos poblaran esta comarca, la Naturaleza la había modelado con deleite, pacientemente, amorosamente. A lo largo de millones de años había ido preparando un escenario que sirviera de vergel a sus futuros poseedores. Sobre el zócalo formado por el arrasamiento de las cordilleras hercinianas del Paleozoico se fueron depositando en los Tiempos Terciarios los barros, los caleños, los conglomerados, las rañas...
El clima de la comarca es de los más secos de la región extremeña con precipitaciones anuales que sólo en los márgenes serranos superan ligeramente los 500 mm anuales, pudiendo ser considerado como mediterráneo con un cierto matiz continental que origina las temperaturas medias anuales más altas de la región, 17º. Clima descompensado, que no aprovecha a lo largo del año los momentos óptimos de temperatura y precipitaciones porque se dan en estaciones contrapuestas (inviernos poco extremados, veranos muy secos y de altas temperaturas; las pocas lluvias, en otoño y primavera), pero que es bastante apropiado para la producción de cereales de invierno, de viñedos y de olivares. Cuenta a su favor con la fertilidad de los suelos, constantemente alabados como uno de los más productivos de Extremadura.
Si primero fueron los barros, después vino el poblamiento. Las implicaciones económicas se superponen a la Naturaleza, pues la comarca es una creación, en definitiva, más de los grupos humanos que del medio. Estamos, en este caso, ante unos paisajes intensamente humanizados, cuya ocupación data de los tiempos más remotos.
Los especialistas encuentran en ella una secuencia cultural casi ininterrumpida desde el Paleolítico Inferior hasta el período visigodo, con una ocupación muy densa en la época romana. La Reconquista de estas tierras se realizó en la primera mitad del siglo XIII y su organización debió ser obra del rey Alfonso X, el Sabio. La Tierra de Barros quedó repartida en dos jurisdicciones diferentes, al oeste del río Guadajira, tierras pertenecientes al Concejo de Badajoz; al este, las de la Orden de Santiago, formando parte de su Provincia de León. La repoblación de la zona santiaguista se inició desde los tiempos de la reconquista, mientras que la parte occidental debió esperar hasta la llegada de los Suárez de Figueroa, a finales del siglo XIV.
Ambas zonas, jurisdiccionalmente distintas, tuvieron una dedicación clara y común, la de ser terrenos “de pan llevar”. La Tierra de Barros se configuró a comienzos de los Tiempos Modernos como una comarca esencialmente cerealista famosa por sus producciones trigueras, como uno de los centros de gravedad de la economía extremeña, abastecedora de otras zonas de la propia región y de las limítrofes.
En la segunda mitad del siglo XX, el olivar y el viñedo, cuyos comienzos se documentan en el Setecientos, fueron, paulatinamente, cambiando los tonos amarillentos del cereal por los verdes de sus hojas y frutos. Hoy,los campos de Almendralejo se han llenado de vides y olivares sobre una tierra mimada por el agricultor, artesanalmente cuidada, de surcos rectos en los que sólo aparecen los barros, o los caleños, pero nunca las malas hierbas. La vendimia y la recolección han venido a sustituir a la siega y a las eras.
La búsqueda de nuevas soluciones para intentar detener, o paliar, el proceso emigratorio extremeño de los años sesenta del siglo pasado, llevó a una pequeña revolución agraria. Sobre el pie ya viejo de la variedad Morisca se injertó la Carrasqueña, con lo que aceitunas de mesa y aceitunas de almazara comparten los campos olivareros; a la vez que tuvo lugar la enorme expansión de la superficie vitícola. En un principio, la mayor parte de los caldos se dedicaban a la obtención de alcohol vínico y las destilerías de Almendralejo figuraban entre las mejores del país; los tiempos han cambiado y hoy se demanda calidad en los vinos: acogidos, en general, a la Denominación de Origen “Ribera del Guadiana”, hay caldos blancos, jóvenes y afrutados, otros olorosos maduros; tintos de crianza y espumosos que viven su formación casi monástica, apartados de cualquier ruido, para convertirse en cavas burbujeantes en el seno de bodegas subterráneas en las que hay que entrar de puntillas. Siguen las tradicionales destilerías y alcoholeras y el viajero todavía podrá adivinar las torres elevadas de algunas de ellas junto a los depósitos cilíndricos que compiten en altura con los bloques de nuevos pisos. Continúa la elaboración de licores, anisados y aguardientes siempre en busca de nuevos sabores y calidades, atentos al mercado.
Llegaremos a Almendralejo atravesando por la autovía de la Plata mares de vides y calles de olivares que sólo dejan paso a la calzada. Es ciudad con rango universitario por sus Escuelas de Magisterio, Ingeniería Técnica Agrícola y Trabajo Social y un gran Centro de Documentación Extremeña, la Biblioteca IX Marqués de la Encomienda, ubicados en la Institución Cultural Santa Ana, que vienen a constituir la Universidad de Tierra de Barros.
Almendralejo es la ciudad extremeña del Romanticismo, cuna de dos grandes poetas, Espronceda y Carolina Coronado. Podemos admirar sus bustos y algunos fragmentos de sus versos en uno de sus parques situado en el corazón del casco urbano. “Juro a tus plantas que insensato he sido / de placer en placer corriendo en pos, / cuando en el mismo valle hemos nacido, / niña gentil, para adorarnos, dos”. Así declara Espronceda su conexión vital con Carolina.
Al mismo Parque y a la inmediata Plaza de la Constitución se abren tres edificios que albergan sociedades recreativo-culturales y un hermoso teatro (El Obrero Extremeño, El Círculo Mercantil y el Teatro Carolina Coronado) con bellas fachadas donde se combinan el cristal, el hierro y el azulejo, que albergan en su interior obras de arte de Adelardo Covarsí, Federico Zambrano y Alejandro Martínez Cajal.
Desde este Parque de Espronceda, cruzando la calle Real, centro comercial de la ciudad, llegamos al otro ensanche vital de Almendralejo, donde se alzan la Iglesia de la Purificación, el viejo Ayuntamiento y otras casas señoriales que conservan sus ricas fachadas, y en uno de sus extremos, el Palacio de Monsalud, donde una placa nos recuerda que allí nació Espronceda. Se trata de un edificio del siglo XVIII, hoy Ayuntamiento, cuyas dependencias se distribuyen en torno al patio central y a su claustro superior, en el que destaca la sobriedad de su fachada, rota por el lujoso escudo barroco de la esquina que enlaza a través de una rica ornamentación con los que coronan dos balcones contiguos entre figuras de ángeles músicos.
La Parroquia de la Purificación es el monumento más representativo de la ciudad con su elevada torre, vigilante sobre los campos de barros. Tiene hermosas portadas platerescas y en su interior una rica decoración al fresco que llena las bóvedas y los grandes paneles de la nave, firmada entre 1948 y 1951 por los pintores italianos Nembrini, Gritti y Bernardi. Otro edificio religioso de importancia artística es la Iglesia de San Antonio del siglo XVII, que cuenta con un excelente retablo barroco. Formaba parte de un desaparecido Convento franciscano, rehabilitado para Casa de la Cultura.
Un ensanche importante de Almendralejo es el Parque de la Piedad que aúna sus hermosos paseos con la Ermita blanca de Nuestra Señora de la Piedad, a cuyo lado ha surgido un Museo Devocional que guarda notables cerámicas de Pedro Navia y piezas litúrgicas de Agustín Álvarez Lajas y Cristóbal Gutiérrez, buena muestra de la riqueza de la platería religiosa de la comarca; junto a numerosos objetos representativos de la piedad popular de los almendralejenses. En un extremo se alza la Plaza de Toros, construida en 1843 a los pies de la Virgen, como si los actuantes en el Coso buscaran el amparo de la Patrona. Bajo su graderío, la Plaza alberga, ¡cómo no!, una bodega. Y en sus proximidades se alza el Museo de las Ciencias del Vino, cuya inauguración está prevista para marzo de 2009.
Almendralejo ostenta el título de Ciudad Internacional de la Viña y del Vino en reconocimiento al exquisito cuidado con que se cultivan y procesan las uvas. Con igual mimo se tratan las aceitunas y la industrialización de estos productos y el paralelo desarrollo de otros sectores, como la industria del metal, la construcción, la alimentación o los servicios le confieren un lugar destacado en la economía regional.
El trato afable de sus vecinos le ha granjeado también el apelativo de Ciudad de la Cordialidad. Y es que Almendralejo es una ciudad abierta y alegre que vive sus romerías de San Blas y San Marcos, que reparte sus dulces caramelos cada Jueves Santo y que quema sus "pantarujas", los malos presagios, en la tradicional fiesta de Las Candelas, considerada de Interés Turístico de Extremadura.