Nació en la casa número 15 de la almendralejense calle Harnina el día 4 de febrero de 1871. Tres días después le bautizaron, imponiéndosele los nombres de Rogelio, Juan y Andrés. Sus padres fueron Ricardo Triviño Triana, procurador del Juzgado de Almendralejo, y Rosa Forte Barneto. Por el lado paterno descendía de familias afincadas en Almendralejo desde hacía varias generaciones, mientras que su madre era oriunda de Oliva de Jerez. El matrimonio tuvo varios hijos. Rogelio fue el padrino en el bautizo de su hermano menor, Enrique Triviño Forte, que siguió la carrera eclesiástica, en la que llegó a ser canónigo, alcanzó justa fama como orador sagrado y está enterrado en la Parroquia de la Purificación de Almendralejo.
El padre de Rogelio falleció a los cuarenta y tantos años, quedando a la viuda con cuatro hijos pequeños. La esperanza de vida en aquella época era considerablemente más baja que la actual y el propio Rogelio falleció a los 33 años, el día 6 de agosto de 1904. Corta vida para nuestro poeta que desarrolló su más intensa actividad literaria en el último decenio del siglo, cuando contaba de veinte a treinta años de edad.
Como es imposible conocer a nadie sin que nos hagamos una idea del entorno en que se desenvuelve, tendremos que llegar al personaje a partir de una serie de aproximaciones; en particular, a través de dos periódicos en los que va a colaborar de forma decisiva, pues Rogelio Triviño se nos presenta, también, como un periodista bastante precoz.
Empezamos por La Hormiga, semanario dominical que estuvo apareciendo durante algunos meses del año 1892. Almendralejo había tenido en los años ochenta otros periódicos propugnados por formaciones políticas de signo opuesto que habían vivido en constante enfrentamiento: La Revista de Almendralejo, por una parte, y La Verdad y El Centinela por otra. La Hormiga, en cambio, quería mantenerse al margen de la disputa política y dedicarse a la defensa de los intereses morales y materiales de Almendralejo.
Tenía Rogelio Triviño 20 años cuando comenzó la publicación de La Hormiga, y ya desde sus orígenes figura como uno de los redactores del semanario. Desde el primer número, se va publicando en este semanario un folletín titulado Almendralejo en el siglo XVII. Apuntes recogidos y comentados por Rogelio Triviño. En la parte inferior de la primera hoja del periódico, por ambas caras, como era costumbre en la época, ordenado de tal manera que en cada número, convenientemente recortadas y dobladas, se obtuvieran seis páginas de un pequeño librito, Triviño reproduce y extracta, con algún ligero comentario, el llamado Libro de la Villa, que recoge la última compra de jurisdicción de Almendralejo en 1665.
Sus trabajos literarios se componían de artículos de costumbres, titulados genéricamente, Almendralejo cómico, que alternaban con otros poéticos sobre temas universales, de corte sentimental, amoroso y con cierto matiz romántico, notándose en ellos cierta influencia becqueriana. En seis ocasiones nos ofrece otras tantas estampas de Almendralejo: El fandango, El barrio de Zumbaires, Jueves Santo, Resquemores, El petitorio y La feria de Santiago.
No serán éstas, sin embargo, las únicas aportaciones de Rogelio Triviño destinadas a recoger las costumbres de sus paisanos. Cuando desaparece La Hormiga, su espíritu inquieto le lleva, junto a otros jóvenes que comparten estos mismos anhelos, a promover la edición de otro periódico en Almendralejo; y en mayo de 1894 lanzan a la calle el número prospecto del Monitor Extremeño, bajo la dirección literaria de Rogelio Triviño y de Ángel López Ortiz de León, otro poeta con quien ya compartiera mesa de redacción en La Hormiga.
Un conjunto de artículos firmados por Triviño, con el denominador común de Notas de la semana podrían alinearse junto a las estampas del Almendralejo Cómico, y completarnos su visión de nuestra ciudad a finales del siglo. Motivos que desconocemos de índole reservada, y ajenos a toda cuestión personal, señala un suelto del Monitor Extremeño, le obligaron a dejar el periódico a los pocos meses: el propio diario tampoco sobrevivió mucho tiempo más.
Sus libros recogen, en general, sus producciones periodísticas. Conocemos la existencia de dos, Plumazos y Blanco y Negro, éste último en colaboración con la poetisa llerenense Soledad Martín Ortiz de la Tabla. De otros sabemos sus intenciones de publicarlos: están en preparación, se nos dice, Ratos perdidos, Sor Leticia y Novelita de Costumbres.
El libro que le dio más fama es Plumazos. Vio la luz en el año 1892, después de que La Hormiga dejara de publicarse, y recoge la mayoría de los artículos que habían aparecido en este semanario. Reúne un total de veintiocho piezas cortas agrupadas en tres secciones: Miniaturas novelescas, Fantasías y Almendralejo Cómico, que es donde se nos muestra como escritor costumbrista. Plumazos fue un éxito literario sin precedente en Almendralejo en aquel momento, de tal manera que la edición se agotó en poco tiempo. Esta importante obra merece, sin duda, un comentario aparte y a él nos remitimos.