Con la presidencia de la Directora del Hogar de Mayores de Almendralejo, María Dolores Lorido García, del Director General de Promoción de la Autonomía Personal y Atención a la Discapacidad, Miguel Simón Expósito, y de las Concejalas del Ayuntamiento de la Ciudad, Mª Victoria Pérez Pachón y Josefina Barragán Merino, tuvo lugar el acto de presentación del nº 2 de la Revista que realiza el citado Hogar, a cargo de Francisco Zarandieta Arenas. Además de los citados, tomaron la palabra Manuel Lancharro Donoso y Carmela Rodríguez Cruz. El acto fue presentado por Fernando Sierra Elías. Recogemos un extracto de las palabras de Francisco Zarandieta.
"Mi intervención va a consistir en compartir con vosotros los sentimientos que me inspira la portada de la Revista, porque la portada es como un anticipo, un augurio de su contenido. Decía un famoso poeta barroco español para referir cual sería el ideal de los tramos finales de su vida:
No andaba descaminado. No pedía poco, el poeta Fernández de Andrada. Dejemos, por ahora, lo del sueño breve, que en los mayores es comprensible; y lo de las deudas y los pesares, por no recordarlos al menos en este momento de solaz y esparcimiento.
La imagen de "ese ángulo", ese espacio pequeño, recogido, está sin duda en la casa de cada uno, pero también lo sugiere este sereno rincón de nuestro jardín que recoge la fotografía de la portada, en el que asoman al fondo, el nido de cigüeñas encaramado en la espadaña de la Iglesia de San Antonio y los arcos del claustro alto del Convento Franciscano. Ambos respiran la paz y el sosiego, el susurro del agua, la brisa entre las ramas, el lejano murmullo de vida de los escolares del Colegio Antonio Machado; y el más próximo del crotar de las cigüeñas, con el rítmico sonido que provoca el repetido golpeteo de sus picos.
Un libro, fruto de la generosidad del autor, que desea recrear el mundo con los demás. La Revista es, en ese sentido, un libro, en el que, dando rienda suelta a la imaginación o a los sentimientos de sus colaboradores, la recompensa ya está en el propio hecho de hacerla. Y que sea el número 2, es un indicativo de perseverancia, del paso de lo singular a lo plural, que deseo siga acrecentándose en sucesivas entregas.
Pero esa recompensa y esa satisfacción estarían incompletas si faltara la comunicación, si faltara el diálogo: llevar a los demás esas ideas para compartir con ellos esa recreación del mundo, más grande o más pequeño, pero siempre pleno, de la actividad literaria. Tenemos que hacer de la lectura (y quien lo sienta, de la creación literaria), algo familiar. El libro es un amigo, un amigo que tiene mucho que decir, que tiene mucho que ofrecer y que tiene mucho que interrogar.
Y la lectura de los libros nos permite salir del campo de nuestras limitaciones físicas, viajar a países lejanos, asistir como espectadores protagonistas en espacios y tiempos distintos a acontecimientos decisivos de la historia del mundo, compartir sentimientos, tener la información que precisamos para nuestras actividades, recrear el mundo, en una palabra. Y nunca es tarde para empezar. Sólo hay que estar convencidos.
No me quisiera parecer al príncipe del cuento que todo lo aprendió en los libros, porque la vida es mucho más rica y compleja que cualquier otra realidad, pero sí he de reconocer que después de haber vivido, pocas cosas he encontrado que más hayan influido en mí que los libros: yo diría que sólo mi familia y mis amigos.
La familia nos viene dada, el amor fluye entre sus miembros por naturaleza, aunque lógicamente en círculos concéntricos. Tal vez por ello, el poeta no la cita en ese idílico escenario. Pero a los amigos los elegimos. Se dice que el que tiene un amigo, tiene un tesoro. Una amistad que respete las diferencias, no sólo que disfrute con las semejanzas. Ese grado de relación es algo muy hermoso; pero no es fácil, ni posible, extenderlo a muchas personas.
En cambio, hay otro tipo de relación que nos viene dada por nuestra pertenencia voluntaria a una institución, como puede ser el Hogar de Mayores: el compañerismo, que, en algunos casos, puede ser el umbral de la amistad, y que es absolutamente imprescindible para que funcione cualquier organismo. Es necesario que se potencie el conocimiento mutuo, y a ello van dedicadas las actividades del Centro, que se recogen en la Memoria anual en la Revista.
Compañerismo es solidaridad, es prestarse ayuda mutua y hacer que los unos no puedan ser felices si no lo son los otros. El compañerismo es servicio, para poner a favor de la comunidad los valores que cada uno posee: quien sepa informática, que enseñe a los que no saben (como bien se hace en el Centro); quien cocine bien, que elabore un buen plato; y así, siendo útiles a los demás. Porque la utilidad social no depende de la edad, sino de la voluntad de hacerlo y de buscar el cómo y el cuando; poniendo el protagonismo personal al servicio del beneficio colectivo.
Si el siglo XX se ha considerado, con razón, como el siglo de las mujeres; el siglo XXI será sin duda el siglo de los mayores. La esperanza de vida ha crecido tanto que ya no se puede arrinconar la experiencia de los mayores, ni desperdiciar ese tesoro que acumulan y que, a veces, es poco explorado; ni olvidar que se trata de un importante segmento electoral con necesidades específicas.
En Almendralejo, a primeros de este año, estaban censadas 6.075 personas "mayores" de 60 años; es decir, el 18% de la localidad. Esta cifra ha ido creciendo en los últimos años, aunque la inmigración haya rejuvenecido algo nuestra población. Y el 22,5% de nuestro censo electoral, está formado por mayores de 60 años.
Quería terminar con una breve consideración sobre el título de la Revista, tan bien elegido: el Candil. Se trata, como es sabido, de un utensilio, cuyo nombre deriva de candela, pues su misión es la de alumbrar, y está dotado de un recipiente de aceite y una torcida; y con una varilla que a modo de gancho sirve para colgarlo.
El candil es símbolo de luz: quien lo lleva consigo es porque ha vencido a la oscuridad, aunque esta misión lleve casi toda la vida; pero, cuando una persona, una institución, se identifica con el candil, significa que se es portador de la luz, porque se ha sabido encontrarla, para sembrar un sendero de claridad para los demás.
Porque aquí están la virtud y la servidumbre del candil. Cuando al candil le falta el aceite, no se apaga; sino que consume la mecha en un acto supremo de sacrificio por dar los últimos destellos de luz, las últimas notas de amor, a quienes ya ni siquiera les alimentan con el aceite de la amistad. El candil es un bonito símbolo, pero está cargado de responsabilidad."