Federico Zambrano González (1895-1896)

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Era la noche del 24 de diciembre de 1895 y los treinta jóvenes fundadores, bajo la presidencia de la Comisión redactora del Reglamento (Zambrano, López, Tévar, Nicolás Asensio y Francisco Pérez), lo aprobaron (desgraciadamente no se conserva) y nombraron por votación, uno a uno, todos los cargos de la Directiva, que quedó presidida por Federico Zambrano González (24-12-1895 a 5-7-1896), con Manuel Tévar Cordero, vicepresidente, Francisco Pérez Colín, secretario, Pedro Garranchán Testal, vicesecretario, Nicolás Asensio Dópido, tesorero, y los vocales, José Gómez Melara, Miguel Rey Gil, Juan Espino Cachadiñas y Liborio Asensio Dópido. No lo sabían, pero estaban poniendo las bases de una de las instituciones más importante de Almendralejo en los últimos tiempos.

La idea había surgido unos meses antes, cuando con el objetivo de dar bailes un grupo de jóvenes, entre los que se encontraba Zambrano, pensaron en constituir una sociedad que se denominaría “La Esmeralda”. Zambrano, sin embargo, no veía muy bien ese proyecto, que consideraba poco estable; pero algunos de sus amigos pretendieron seguir adelante y tomaron en arriendo un salón propiedad de Félix García de la Peña, en la calle Palacio, 17, en donde siguieron reuniéndose. Apenas tenían más mobiliario que una mesa y un quinqué que habían llevado los hermanos Asensio (Nicolás, Modesto y Liborio).

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El propio Zambrano contó muchos años después sus impresiones de estos orígenes de la Sociedad, señalando que fue requerido varias veces para que asistiese a estas reuniones; y por fin acudió y convenció a sus amigos de que la única manera de que prosperase una Sociedad era beneficiando al socio, por lo que proponía que se crease una sociedad de socorros mutuos basada en la cooperación de personas de reconocida moralidad y buenas costumbres, que socorriera con una peseta diaria al socio que, llevando dos años en la Sociedad, tuviese la desgracia de caer enfermo.

Una vez aprobado el Reglamento, acordaron enviar una circular a las clases que puedan pertenecer a la Sociedad, dándola a conocer por si deseaban inscribirse en ella y, como no tenían sino una mesa (y el quinqué), Zambrano pidió prestado a una vecina que tenía un puesto aguaducho en la Plaza, junto a su taller, cuatro sillas y dos bancos de madera, que en la época de invierno no los precisaba. Hicieron el sorteo del número que a cada uno de los treinta socios fundadores le correspondería, y el resultado fue el siguiente:

I: Miguel Rey Gil: Pintor
II: Ángel Pérez Reina: Marmolista
III: Pedro Garranchán Testal: Amanuense
IV: Francisco Pérez Colín: Escribiente
V: Ángel López Ortiz: Estudiante
VI: Antonio Márquez Valencia: Carpintero
VII: José Asuar Monge: Esterero
VIII: Manuel Tévar Cordero: Escribiente
IX: Federico Zambrano González: Sombrerero
X: Gonzalo Pérez Barco: Carpintero
XI: José Carrera López: Panadero
XII: Emilio Robles Rodríguez: Amanuense
XIII: Felipe Franco Pedrera: Herrero
XIV: Elías Nieto Navia: Zapatero
XV: Nicolás Asensio Dópido: Hojalatero
XVI: Pedro Calamonte Alcántara: Zapatero
XVII: Juan Mariñas Nogales: Zapatero
XVIII: Modesto Asensio Dópido: Zapatero
XIX: Samuel Velasco Sánchez: Dulcero
XX: José Pereira Salguero: Zapatero
XXI: Juan Ramos Lechón: Cochero
XXII: Liborio Asensio Dópido: Sombrerero
XXIII: Antonio Rodríguez Peral: Zapatero
XXIV: Juan Espino Cachadiñas: Industrial
XXV: Juan Donoso Sabido: Empleado
XXVI: Ramón Martínez Sánchez: Relojero
XXVII: José Gómez Melara: Carpintero
XXVIII: Baldomero Hernández Izquierdo: Fabricante
XXIX: Luis Suárez González: Zapatero
XXX: Antonio Álvarez Macías: Carpintero

Se denominan en un principio Sociedad de Artesanos y, aunque cambien pronto su nombre, el elemento artesanal va a perdurar no sólo en el recuerdo de las profesiones de aquellos socios fundadores que, con una edad media de 24 años, lo eran, en su mayoría; sino también en los símbolos representados en el escudo de la Sociedad que ondea en su Estandarte o en la composición inicial de su Biblioteca donde predominaban, en esa primera época, las obras que tenían un marcado carácter instructivo para los socios en el orden profesional: Tratado de Cerrajería, Carpintería Antigua y Moderna, Tornería, Mecánica...

En enero comenzaron a recibirse las primeras cuotas (una peseta al mes), y los fundadores acudían cada noche al salón para la admisión de nuevos socios, que lo serían de número, y para explicar a los que llegaban los propósitos de la Sociedad: reunir una peseta mensual para que en el transcurso de cierto tiempo pudiera servir para prestar socorro al socio que lo necesitara. El 26 de enero de 1896 se aprobaron, por primera vez, en junta general las cuentas, que suponían 163,25 pesetas de ingresos y 49,95 pesetas de gastos, quedando a favor de la Sociedad la cantidad de 113,30 pesetas.
Cuando ya tenían unas 300 pesetas, algunos socios propusieron que se invirtieran en la compra de cebada, para traficar con ella, puesto que en el local que tenían se podría almacenar, pero como se trataba de una operación arriesgada nadie quiso hacerse cargo de la misma.
El número de socios aumentaba y el local no prestaba comodidades de ningún tipo; había habido, incluso, algunas discrepancias con la Directiva sobre la dedicación de los fondos que ya superaban las 500 pesetas. Solventadas las dudas se pensó en buscar un nuevo local más acorde con las dimensiones y expectativas que iba generando la Sociedad, y a comienzos de abril de 1896 se acordó trasladar el domicilio social al local del Casino que tenía Daniel Sanz en la Plaza de Espronceda, en la casa de la señora de Montes. Este local había sido antes el Hotel Garrido, y en su piso principal estuvieron en 1894 las oficinas del Semanario almendralejense “El Monitor Extremeño”.

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La renta había subido sustancialmente hasta las 45 pesetas mensuales (de nuevo hubo protestas de algunos socios), pero la mejora era notable porque se disponía de sillas, mesas, luz y agua, pudiendo tener, además, los socios alguna distracción. En efecto, ya el día de la Ascensión, 14 de mayo, tuvo lugar el primer baile organizado por la Sociedad; y se nombró un Director de la Sección Recreativa, cargo que recayó en Ángel López Ortiz, quien organizó una Academia de Música y una Orquesta, para cuyos ensayos y clases se habilitaron dos habitaciones del local social; y siguieron celebrándose bailes, en las fiestas del Corpus y de San Pedro, cuyos ingresos servían para gratificar a la Orquesta.
Redactaron un nuevo Reglamento, respetando los derechos adquiridos del anterior, y se envió al Gobierno Civil para su aprobación, quedando inscritos con el número 168, en junio de 1896, como Sociedad Cooperativa y de Socorros Mutuos “El Obrero Extremeño” de Almendralejo. ¡Cuántas consideraciones se podrían hacer acerca de este nombre: sociedad, cooperativa, socorros mutuos, obrero, extremeño, Almendralejo! Su historia nos las irá desgranando.
Es una pena que no hayamos encontrado este Reglamento, del que se imprimieron 500 ejemplares en “La Minerva” de Badajoz; pero sí conocemos dos artículos interesantes. Uno que decía se admitirán socios de 18 a 50 años de las clases de empleados, artesanos, labradores, obreros industriales y títulos profesionales en ejercicio, de reconocida moralidad y buenas costumbres; y otro que señalaba que a los socios con dos años de antigüedad que fallezcan, sus familiares recibirán 50 pesetas por vía de socorro, y si hay más de 200 socios, tantos reales como socios haya.