En el Libro de Memorias de José Velasco García (1809-1854) se nos dice que en 1819 se celebró "la feria primera de la Piedad" (véase, Francisco Zarandieta Arenas y Tobías Medina Cledón: La Virgen de la Piedad y Almendralejo. Cinco siglos de una convivencia amorosa, Almendralejo, Santuario de Nuestra Señora de la Piedad, 2008, p. 124), por lo que en 2018 celebraremos el segundo centenario de este acontecimiento. Para conmemorarlo, recordaremos, entre otros textos, los artículos firmados por este cronista en las revistas de feria en los últimos treinta y siete años.
I. Francisco Zarandieta Arenas: "La Orden Franciscana y Almendralejo", Ferias y Fiestas de Almendralejo, 1982.
Nos encontramos [1982] celebrando el VIII centenario del nacimiento de San Francisco de Asís, aquel “poverello” que con su mensaje de humildad y amor a todas las criaturas conmovió los cimientos de aquella sociedad y de aquella iglesia medieval. La huella franciscana fue fecunda en España, y de ella en Extremadura, que envió los doce primeros misioneros a Nueva España. Y de Extremadura, en Almendralejo, donde la Orden ha tenido, y tiene, honda raigambre en sus variadas manifestaciones.
Sólo quisiéramos recordar en este momento, con unas breves pinceladas, las fundaciones conventuales de nuestra ciudad y la estela dejada por varios de sus hijos que vistieron el hábito de San Francisco.
La más antigua fue el Convento de la Inmaculada Concepción, de franciscanas menores observantes, debida a la generosidad de Don Francisco Ortiz de Paradas y de su mujer Doña Marina Escrivana. Estos no tuvieron hijos y en 1559, cuando Don Francisco había ya fallecido, quedaron como patronos a Diego Ortiz de Paradas y a Pedro Sánchez. Conocemos las cuentas del Convento desde 1560 y era bastante rico. A mediados del siglo XVIII, según el Catastro de Ensenada, contaba con 27 religiosas. El 9 de septiembre de 1836, en virtud de las leyes desamortizadoras salieron las religiosas del Convento, yéndose a sus casas, salvo una, llamada San Luis, que se acogió al Convento de Santa Clara. Con posterioridad el edificio fue usado como teatro, sala de baile y centro de enseñanza.
La fundación del Convento de San Antonio ocurre en un momento crítico para nuestra región, cuando la guerra de secesión portuguesa tenía como escenario estas tierras. Los franciscanos habían visto asolados varios conventos y ya hacía tiempo que Almendralejo suspiraba por tener uno, y, fracasadas gestiones anteriores, se aunaron voluntades entre la Orden Franciscana y la familia compuesta por Don Fernando Nieto Becerra, su mujer Doña Juana de Alvarado y Mendoza y la hermana de ésta, Doña Leonor. Ellos firmaron, como patronos, la escritura de fundación que suponía la última de los franciscanos menores descalzos de la Provincia de San Gabriel en Extremadura. Era uno de los Conventos más importantes de esta Provincia. En 1678, tenía 20 frailes y en 1753 (Ensenada), contaba con 30. En él se celebraron muchos Capítulos Provinciales y por sus claustros pasaron grandes franciscanos, como aquel Fray Andrés del Arroyo, tan encomiado por las Crónicas de la Orden, que murió en dicho Convento en 1694, siendo su Presidente. También San Antonio sufrió la desamortización y aunque su Iglesia sigue abierta al culto, el Convento, después de diversas vicisitudes, se encuentra [en estas fechas] en estado ruinoso.
La suerte de la tercera fundación ha sido distinta. El Convento de Santa Clara, de franciscanas menores observantes, fue primero Beaterio, patrocinado por Doña Leonor Golfín de Figueroa, a comienzos del siglo XVIII. Lo vendrían a fundar la Madre María de Cristo y otras compañeras del Beaterío de La Parra. Unos años después, en 1725, se convertía en el Convento que ha llegado hasta nuestros días.
En las Crónicas Franciscanas se hallan reseñados muchos hijos de Almendralejo, aún anteriores a la fundación del convento de varones de nuestra ciudad; como un Fray Diego de Almendralejo que muere en 1604 en el también famoso Convento de San Onofre de La Lapa, y que era Maestro de Novicios y Guardián, ejemplo de paciencia en las enfermedades.
Unos, como Fray Pedro Ortiz Cabezas, pariente del patrono del Convento de la Concepción, pasarían a las nuevas tierras de misión recién descubiertas y allí sufrirían martirio. Otros, alcanzarían puestos de responsabilidad en la Orden, como Fray Pedro y Fray Mateo de Almendralejo, Presidente del Santuario de San Pedro de Alcántara de los Majarretes, en San Valencia de Alcántara, donde tomó el hábito San Pedro de Alcántara; Fray Francisco Vázquez de Almendralejo, elegido Custodio en 1708, Fray Pedro de San Lorenzo de Almendralejo, definidor de la Provincia en 1690, o Fray Juan y Fray Francisco de Almendralejo, Ministros Provinciales en los años 1789 y 1798, respectivamente.
A Fray Francisco de San José y Almendralejo le conocemos porque Barrantes tenía copiado en su Biblioteca un sermón que este fraile predicó en la inauguración de la Iglesia de San Gabriel de Badajoz, en 1772. Era predicador general y morador del dicho Convento de San Gabriel.
Fray Francisco de Almendralejo, brilló por su santidad. Murió en Trujillo en 1716 y el cronista Fr. Andrés de S. Francisco y Membrío dice que había compuesto para sí una guía o “Arancel de Perfección”, de una gran virtud y severidad ascética.
Finalmente, mencionaremos a Fray Pedro Bravo de Almendralejo, el gran defensor de los privilegios de la Orden a finales del siglo XVII. Consiguió que el Nuncio diera una Sentencia condenando a un fraile agustino que había predicado en contra del Jubileo de la Porciúncula, y, más tarde, para reafirmar la validez de ésta y otras prerrogativas de la Orden escribió un documentadísimo “Escudo Seraphico de las Indulgencias de la Religión de N. P. S. Francisco, y sus tres Órdenes” (Sevilla, 1699), obra que alcanzó enorme difusión pues era raro el Convento que no la poseía.
Junto a los citados se encontrarían lógicamente otros muchos que al igual que los anteriores, usando el acostumbrado apelativo gentilicio, llevarían su santidad y su saber por los Conventos de la Orden, proclamando claramente su origen.nacimiento