presentacion-libro-obrerowEl pasado 20 de enero de 2012 tuvo lugar la presentación del libro "El Obrero Extremeño. Más de un siglo de la historia de Almendralejo (1895-2010)", del que es autor Francisco Zarandieta Arenas (ficha e índice).
El acto se celebró en el "salón rojo" de la citada Sociedad con gran asistencia de público. Estuvo presidido por la Concejala de Cultura, María Luisa Ramírez Hidalgo, el Presidente de "El Obrero", Juan Pedro Cano Rodríguez, y el Director Comercial de Cajalmendralejo, Pablo Llamas Mariñas, entidad que ha contribuido a la publicación de la obra. La presentación estuvo a cargo de la locutora de la Cadena SER, Luisa Benito Lorenzo, que fue Reina de la Sociedad en 1984, formó parte de distintas Juntas directivas, y presidió "El Obrero Extremeño", entre 1992 y 1997.
Recogemos, en síntesis, las palabras del autor, que, tras agradecer los apoyos con que ha contado en la elaboración del libro, glosó brevemente la historia de la Sociedad:
"La historia de "El Obrero" es algo más, es mucho más, que lo que se puede encerrar en un texto aunque tenga casi 400 páginas y unas 200 ilustraciones. Es más, porque la vida no se puede confinar en el papel, pero yo espero que en el interior de sus páginas haya sabido darles la savia necesaria para que tengan vida.
Unas 1.300 entradas existen en el índice onomástico, casi todas, de almendralejenses que de una u otra forma han dejado su huella en la Sociedad. Después de haber estudiado todas las actas, ¡no falta ninguna!, de estos 115 años, miles de páginas redactadas por competentes secretarios, soy consciente de que hay muchos datos que no pueden quedar reflejados en la obra. Estoy seguro que más de uno de los presentes recuerda algo que no está en el libro. Es el precio de hacer historia del presente: por un lado la posibilidad de contrastar con personas que todavía viven los datos de las fuentes; pero, por otra parte, evidenciar la distancia que a veces existe entre lo contado y lo vivido.
"El Obrero" nace en unos difíciles momentos de crisis económica que llenaron el último quinquenio del siglo XIX y el primero del siglo XX: la llamada crisis finisecular que entre nosotros tuvo una fuerte repercusión por la llegada de la filoxera. Nuestra ciudad tenía entonces unos doce mil habitantes que veían acercarse el final de su siglo con esperanzas y tristezas, con gozos y sombras, como ahora, como siempre.
Por una parte, Almendralejo había progresado en la última década del XIX: Apenas hacía unos años que se había instalado la Estación Telegráfica e inaugurado un nuevo Palacio de Justicia. Se había constituido la Comunidad de Labradores de Almendralejo y se estaba terminando el tendido de cables por sus calles, para la puesta en marcha del alumbrado eléctrico. Además, el ferrocarril llevaba diez años repartiendo riquezas en la línea Mérida-Sevilla, y algunos más en el tramo Mérida-Zafra, habían nacido dos periódicos, "La Hormiga" y "El Monitor Extremeño", y un nuevo templo adornaba la ciudad, la Iglesia del Corazón de María.
Pero no todo era progreso. Los braceros ganaban de noviembre a mayo un exiguo jornal de cinco reales, con lo que tenían que sostener a su familia y, además, economizar para los días en que por lluvias, enfermedad o falta de trabajo, no salieran al campo. Se hicieron tímidos intentos para socorrerlos: construcción de obras públicas, como la carretera de Alange; fundación de una Tienda-Asilo, donde por una mínima cantidad, o gratis, se libraban del hambre los necesitados; creación del Hospital de San Juan Bautista, para acogerlos en la enfermedad...
En medio de estas contradicciones, las mismas de siempre, la juventud se divertía en los bailes del Teatro Espronceda, del Casino de la Plaza o del Club X de la calle Real, no sin dificultades, pues el 18 de mayo de 1890 el Ayuntamiento había denegado una petición firmada por Federico Zambrano, Liborio Asensio, Francisco Pérez y Raimundo Crespo, en la que solicitaban el Teatro Espronceda para dar bailes en dicho local.
Cinco años más tarde, vemos a tres de estas cuatro mismas personas reunidas con otras 27 en la calle Palacio, nº 17, en la cochera de la familia García de la Peña, decididos a constituirse en Sociedad. Buscan donde bailar y, a la vez, desean socorrerse en los momentos de apuros económicos, ayudándose unos a otros.
Se denominan en un principio Sociedad de Artesanos en honor a las profesiones de aquellos 30 socios fundadores que, con una edad media de 24 años, lo eran, en su mayoría. Se dan un Reglamento y nombran una Junta, presidida por Federico Zambrano González, quien sería durante medio siglo el referente y principal activo de la Sociedad.
En abril de 1896, debido al incremento de socios, se trasladan a la Plaza de Espronceda, al local del Casino de Daniel Sanz, en donde van a estar unos meses, hasta noviembre. Redactan un nuevo Reglamento y quedan inscritos como Sociedad Cooperativa y de Socorros Mutuos "El Obrero Extremeño" de Almendralejo. ¡Cuántas consideraciones podríamos hacer acerca de este nombre: sociedad, cooperativa, socorros mutuos, obrero, extremeño, Almendralejo! Espero que la lectura del libro las vaya desgranando.
Aquella sede de la Plaza de Espronceda fue también provisional. Antes de terminar aquel año de 1896 ya estaban buscando nuevo local. Lo encontraron en la calle Real, nº 20, una casa de 300 metros cuadrados, con piso alto y bajo, corral y pozo, donde estuvieron un tiempo de alquiler, hasta que en marzo de 1900 la compraron por 21.000 pesetas, que pudieron pagar al contado por haber emitido cédulas de amortización al 6%, por valor de 12.000 pesetas que quedaron liquidadas en 3 años.
La apertura oficial de la sede de la calle Real tuvo lugar el 1 de febrero de 1897, con actuaciones musicales de una orquesta formada por algunos socios, discursos oficiales y recitación de obras poéticas. Recoge el "Nuevo Diario de Badajoz", en la crónica que publicó unos días después, que a la salida del acto se podía admirar en la ciudad el "espectáculo prehistórico" que ofrecían las "muchas iluminarias" que brindaban las calles. Es el testimonio más antiguo que hemos encontrado acerca de la tradición de las Candelas, que reviviremos dentro de unos días, y el hallazgo tuvo lugar gracias a la investigación que estaba haciendo sobre la historia de nuestra Sociedad. Como ven, unas cosas conducen a otras, porque en el fondo se trata de la misma historia de Almendralejo.
En el año 1913 deciden comprar la casa contigua, Real, 18, para ampliar el local social, que por el aumento del número de socios se había hecho pequeño en los días festivos y en las noches de espectáculos. Así lo hicieron pagando 20.000 pesetas por ella que también abonaron al contado con el mismo procedimiento de emisión de cédulas amortizables, semejantes a las ya señaladas. Pero la idea de la unificación de ambos locales se fue retrasando por cuestiones económicas y cuando ya estaban decididos a hacerlo con un proyecto del arquitecto Francisco Vaca Morales, surgió la oportunidad de comprar la llamada Posada de la Palma.
Me estoy refiriendo al edificio actual, en el que ahora nos encontramos. El Ayuntamiento lo había adquirido unos años antes para construir el Cuartel de la Guardia Civil y el Mercado de Abastos, pero como se habían edificado en otros lugares deseaba venderla. La Sociedad vendió las dos casas de la calle Real, y adquirió en subasta la Posada de la Palma por la cantidad de 100.000 pesetas, abonando 40.000 de entrada y las 60.000 restantes en 20 años al 6,65% de interés. La finca quedó hipotecada mientras se liquidaba, lo que ocurrió definitivamente en el año 1955. Las dimensiones de este local, como es sabido, ya eran mucho mayores, unos 2.600 m2, contenía molino aceitero y huerto y se reformó bajo la dirección del arquitecto José María Morcillo, estando la dirección de las obras a cargo de Faustino Zapata de Egea.
También hubo grandes fiestas en su inauguración, el 8 de diciembre de 1930. La música la puso en aquel momento la Banda de la Sociedad y las poesías y los discursos fueron ofrecidos por dos ilustradas señoritas, Isabel del Castillo y Justa Bermejo, y por el notario de la ciudad, Luis Hernández González.
La importancia histórica de este edificio sería refrendada en 1995, el Año del Centenario, al quedar calificado como Bien de Interés Cultural con categoría de Monumento.
En el libro se destaca que la razón de ser de la Sociedad, su carta de supervivencia, ha sido la de ir alumbrando respuestas a las necesidades de cada tiempo, caracterizándose siempre por la solidaridad entre sus asociados; si bien la época clásica de los socorros mutuos fue la que se extendió hasta la guerra civil que, como en todos los órdenes de la vida del país, supuso un corte en la marcha de la Sociedad, aunque en el tema de los socorros sólo hizo acelerar su caída ya que el Estado había comenzado a asumir parte de estas ayudas.
Inicialmente se crearon dos tipos de ayudas, encaminadas a paliar las estrecheces de los afiliados cuando faltaran los ingresos por enfermedad o fallecimiento. El socorro de enfermedad se abonaba durante un máximo de 40 días a 1,50 pesetas y, en caso de proseguir dicha situación, otros 40 días a 1 pta., y a partir de entonces a 0,75 ptas., hasta la curación. La Sociedad contaba, además, con dos médicos.
El socorro de defunción fue de 50 pesetas hasta el año 1925, en que se añadieron otras 50 para "lutos". Además, ese año, se creó el llamado "socorro extraordinario de defunción", que consistía en la entrega a la persona designada por el socio fallecido o a su familia, de una cantidad en pesetas igual al número de asociados que constituyeran la Sociedad en el momento de ocurrir el fallecimiento. Era el más complejo de los socorros ya que a cada fallecimiento de un socio, todos los demás abonaban una peseta; también era el más eficaz, pues de 855 pesetas de media en sus comienzos fue subiendo, a la par que los socios, hasta unas 1.600 ptas., en los años treinta.
Estos socorros, así como otro de "anticipos", fueron perdiendo importancia al ser sustituidos por los estatales, y en el Reglamento de 1974 quedaron derogados, si bien, respetando los derechos adquiridos. La Sociedad se convirtió en "Cultural y Recreativa", pero se crearon nuevos socorros y se actualizaron otros que ya habían estado, como las becas para estudiantes hijos de socios. Y aquí no resisto el narrar una situación entrañable que se dio en 1981: se recibió, para becas, un donativo anónimo de 5.000 pesetas, con una nota que decía "A ´El Obrero´ de un becario del 33 para ayuda de estudios en 1981-1982".
Como Cultural y Recreativa, la Sociedad ha contribuido a que Almendralejo contara con actividades deportivas de gran realce, como la organización del Cross Urbano, o los éxitos de la sección de Tenis de Mesa; además de las frecuentes exposiciones de pintura, certámenes literarios y ciclos culturales. Nuestra Sociedad ha estado pujante siempre que ha cubierto alguna necesidad de la sociedad local: cuando sostuvo una Academia de Música y fundó una Banda de Música; o cuando inauguró una Escuela de Artes y Oficios, que se prolongaría en la Escuela de Pintura, de la que ha sido el alma Félix Rodríguez Cruz; cuando no había Seguridad Social y sus asociados estaban cubiertos en algunas prestaciones; cuando la juventud de los años sesenta se reunía en las casas a celebrar los famosos "guateques" y construyó una excelente sala de bailes; cuando en sus salones se vieron las primeras corridas y partidos de fútbol televisados, cuando pisaron sus escenarios los grandes intérpretes musicales de los años setenta...
En estos momentos procura adaptarse a los nuevos tiempos con afán y entusiasmo, buscando contribuir a la mejora de la Ciudad, con los talleres, como pintura, informática, gimnasia, desarrollo mental o sevillanas, sin renunciar a su historia por la que ha pasado más de un siglo de la vida de Almendralejo.
Pero los edificios, los medios materiales, los objetivos..., no son sino la estructura que permite una vida social, de la cual son las personas los actores esenciales. Me van a permitir que les cuente algo que he aprendido de los auténticos agentes de esta aventura más que centenaria. Más de 16.000 personas han pertenecido a la Sociedad en este tiempo. Conocer quiénes fueron, qué intereses les movieron a asociarse o el ritmo de los ascensos y descensos ha sido una tarea apasionante, que espero haber dejado traslucir en la obra que presentamos. 43 presidentes distintos han estado al frente de la Entidad, acompañados por 430 directivos que han procurado, con sus luces y sus sombras, hacer lo que creyeron mejor para El Obrero. También para ellos va el libro; así como para todos los socios y las personas e instituciones que han conseguido que podamos celebrar ya los 116 años de su existencia.
Llegó a contar con más de 3.600 socios, en los comienzos de los años setenta; lo que suponía más del 60% de los que podían serlo en la ciudad. Desde su fundación hasta el año 1935 el crecimiento de socios fue continuo. Se pasó de los 30 fundadores a 2.233, y siempre con la misma cuota de 1 peseta mensual durante estos primeros cuarenta años de existencia.
La guerra y, sobre todo, la posguerra cuando la actividad de la Sociedad estuvo prácticamente colapsada, marcaron un descenso que la llevó a unos 700 socios en el año 1955. Y entonces, al igual que en toda la primera etapa con la figura de Federico Zambrano González, surgió otro gran presidente, Hermenegildo Alonso Pérez, y "El Obrero" volvió a levantarse. La rama ascendente del número de socios pasó de nuevo a ser positiva hasta esos 3.600 que hemos indicado en los comienzos de los años setenta, con otro magnífico presidente, Antonio Díaz Rodríguez, responsable de la "modernización" de la Sociedad.
Sin embargo, a partir de 1975, el descenso de socios ha sido constante con bajas muy fuertes en los años 1978 y 1984, y más suave en los últimos veinte años, quedando en esos 864 socios de finales de 2010, que constituyen el gran capital humano de esta Sociedad. ¡Ojalá hayamos tocado fondo y entre todos consigamos que se vuelva a levantar una nueva rama ascendente en la gráfica del número de socios!"