Un parque y una calle, dedicados a la poeta Dulce Chacón Gutiérrez (Zafra, 1954 - Brunete, 2003) fueron inaugurados el 26 de junio de 2009 en Almendralejo por el alcalde de la Ciudad, José María Ramírez Morán, en presencia de los familiares de Dulce que agradecieron emocionados el homenaje que se le tributaba.
Una lápida conmemorativa recoge una breve semblanza de la escritora, precedido por uno de sus poemas, de la obra Matar al Ángel:
Dulce poseía hondas raíces almendralejenses. Su padre, Antonio Chacón Cuesta (Almendralejo, 1919 - Zafra, 1965), excelente orador, que pregonó en varias ocasiones las Fiestas de la Piedad en Almendralejo en la década de 1940, también poeta utilizando generalmente el castúo en sus composiciones, fue a servir a Zafra, ciudad de la que fue alcalde los últimos cinco años de su vida; y su madre, María Gutiérrez Luengo (Almendralejo, 1924), es hija de los III Condes de Osilo.
Apasionada del lenguaje, nos ha dejado poesía, narrativa y teatro. Aunque en todos los géneros ponía toda su pasión, confesaba que "la capacidad de sugerencia de la poesía es superior a todo lo demás". Entre sus libros de poemas destacan Querrán ponerle nombre (1992), Las Palabras de la Piedra (1993), Contra el desprestigio de la altura (1995: Premio de Poesía Ciudad de Irún) y Matar al Ángel (1999). En 1998 se estrenó su primera obra de teatro, Segunda mano. Y en cuanto a sus novelas, señalamos Algún amor que no mate (1996), Blanca vuela mañana (1997), Háblame, musa, de aquel varón (1998), Cielos de barro (2000: Premio Azorín) y La voz dormida, premiada en la Feria del Libro de Madrid por el Gremio de Libreros de Madrid como "Libro del Año 2003".
Este hermoso parque reúne tres elementos relacionados con la vida y la obra de la escritora: una columna de mármol reproduce la vara de medir de la Plaza Chica de Zafra, rincón entrañable no lejos de donde Dulce Chacón nació y pasó su infancia; a poca distancia de ella, un madroño recuerda al Madrid que marcó su impronta literaria; y en el centro, el homenaje de Almendralejo en el excelente grupo escultórico de José Luis Miranda, que ha sabido evocar en una simbiosis perfecta del ayer, del hoy y del siempre de la música, la armonía, el agua, lo que de mágico tiene esa poesía que mueve el mundo.