Una rica simbología mariana
Entre las importantes reformas que tuvieron lugar en el Santuario de Nuestra Señora de la Piedad en el siglo XVIII, destacaron la construcción y decoración de la cúpula del Camarín de la Virgen, dotada de una rica simbología mariana.
Los artífices de la decoración fueron, sin duda, unos pintores llerenenses, llamados Brieva, o Viebra, que también decoraron la cúpula del Santuario de Nuestra Señora de Guaditoca, en Guadalcanal, y trabajaron en el de Nuestra Señora del Ara, de Fuente del Arco [Tejada Vizuete, Francisco (1995): El santuario de Nuestra Señora del Ara de Fuente del Arco, Badajoz, Ayuntamiento de Fuente del Arco y Hermandad de Nuestra Señora del Ara], ambas muy semejantes a la de Almendralejo.
En el casquete de la cúpula aparece representado, dentro de un círculo de nubes, un Dios Padre con barba y cabellos blancos, nimbado con el triángulo que simboliza a la Santísima Trinidad; que sostiene en su mano izquierda la esfera del mundo, rematada en una cruz, y levanta la derecha en el gesto de bendecir.
De este círculo parten ocho calles radiales, que compartimentan el espacio de la cúpula en otras tantas hornacinas, rematadas en arco y que albergan ángeles revestidos con lujosas telas de vivos colores, que portan símbolos marianos: torre de marfil, olivo, torre de David, escalera de Jacob, fuente, estrella de la mañana, pozo y espejo de justicia.
Si exceptuamos el casquete y los nichos de los ángeles porteadores de símbolos, el resto de la cúpula está decorado sobre un intenso fondo de color azul, en el que resalta una rica ornamentación vegetal, que en las proximidades del círculo de Dios Padre, se metamorfosea, en cada calle, en dos seres fantásticos que nacen desde sus cinturas de las propias guirnaldas y se sitúan de espaldas, uno al otro, alzando sus instrumentos musicales, sus trompas, hacia la Divinidad en acción de alabanza y para anunciar su presencia.
En las partes inferiores de las referidas calles intersticiales se encuentran pequeñas cartelas en la que figuran cabecitas de querubines con una leyenda, en latín, alusiva, en general, a los símbolos que portan los ángeles próximos a ellas: turris eburnea (torre de marfil), turris davidica (torre de David), quasi oliba (como oliva), tota pulcra (toda hermosa), ianua coeli (puerta del cielo), stella matutina (estrella de la mañana), vas spirituale (vaso espiritual) y speculum iusticiae (espejo de la justicia).
Y encima de los arcos de las hornacinas de los ángeles se asientan sobre pequeños pedestales ocho ángeles semidesnudos que tañen diferentes instrumentos musicales, violas de gamba, trompas, vihuelas, flauta dulce y laúd.
Las cuatros pechinas, con los mismos motivos vegetales sobre un fondo de azul cielo, comprenden sendas cartelas circulares que muestran cabezas de ángeles, con nimbos dorados y dos alas cruzadas bajo el cuello. Rodean las figuras unas filacterias con leyendas de las letanías lauretanas, la Virgen María como Refugio de los pecadores (V M Refugium peccatorum), Madre de la piedad (V M Mater pietatis), Madre de Dios (Virgo Maria Mater Dei) y Consuelo de los afligidos ([V M] Consolatrix aflictorum). Por encima de las cartelas cuatro pequeños angelitos juegan en parejas, a derecha e izquierda, entre los roleos.
Todo, nos remite al misterio de María.
En abril de 1996 visitaron Almendralejo los pintores italianos, Nembrini y Gritti, que decoraron al fresco la Parroquia de Nuestra Señora de la Purificación desde 1948 a 1951. Al observar Gritti el estado de deterioro en que se encontraba la decoración al temple de la cúpula, agradecido a las atenciones recibidas en la Ciudad, se ofreció a restaurarlas gratuitamente, corriendo a su cargo todos los gastos; como así hizo durante los meses de septiembre y octubre de aquel año, ayudado por Noelia Melara, joven almendralejense, Licenciada en Bellas Artes. Las pechinas habían sido restauradas en septiembre de 1958 por el almendralejense Antonio Lozano Enrique. Ambos restauradores son recordados en la placa que se encuentra en el propio Camarín de la Virgen.