El 5 de octubre de 1804 la fragata "Nuestra Señora de las Mercedes" y otros tres navíos españoles avistaban ya las costas peninsulares, de regreso de diferentes misiones en tierras americanas, cuando fueron atacados frente al cabo de Santa María por la armada inglesa, ataque totalmente injustificado por haberse producido en tiempos de paz, y que sería el origen de la declaración de guerra al Reino Unido y el antecedente inmediato de la batalla de Trafalgar.
En el combate, la referida fragata saltó por los aires, al ser alcanzada por el fuego enemigo en su santabárbara, muriendo 249 de sus tripulantes y la esposa y siete hijos de Diego de Alvear y Ponce de León; quien, junto con su hijo mayor, navegaban en "La Medea", la fragata capitana, por razón de su cargo de segundo comandante de la escuadra, al tener que sustituir a Tomás de Huarte, lugarteniente del general Bustamante, que se había quedado, enfermo, en las Indias.
En los últimos años se ha reavivado la polémica sobre la actuación de los cazatesoros de la empresa norteamericana Odyssey Marine Exploration que rescataron el pecio de "La Mercedes" con 17 toneladas de oro y plata en monedas. Recientemente, un juez del Tribunal del Distrito de Tampa, en Florida, ha ordenado a Odyssey que devuelva a España las monedas que el Gobierno español ha reclamado.
Diego de Alvear fue apresado y llevado a Inglaterra donde conoció a la que sería su segunda mujer, Luisa Ward. El hijo de su primer matrimonio será la cabeza de una importante rama de los Alvear en Argentina, entre cuyos descendientes se encuentran, incluso, presidentes de dicha nación. Los numerosos hijos que tuvo con Luisa formarán la descendencia española de la familia, que seguirán con las famosas bodegas de Montilla que fundara en 1729 el abuelo del citado marino, cuya vida podemos conocer por la biografía hecha por su propia hija, Sabina de Alvear y Ward ("Historia de Don Diego de Alvear y Ponce de León", Madrid, 1891). Una tataranieta del brigadier Diego de Alvear, María Antonia de Alvear Zambrano, reside desde hace más de cincuenta años en Almendralejo, por su matrimonio con Francisco Fernández-Daza y Fernández de Córdova.
Nos interesa, no obstante, desde nuestra óptica esproncediana, la persona de otro de los hijos del ilustre marino, Diego de Alvear y Ward, por la relación que tuvo con el poeta almendralejense. Ambos nacieron en 1808, el año en que se aceleró nuestra historia; los dos trataron de seguir la tradición militar de sus respectivas familias en Segovia, sin éxito. Sus ideas liberales les acarrearon sendos arrestos: Alvear, en una fortaleza militar con la expulsión de la Academia Militar; y Espronceda, en el Convento de los Franciscanos de Guadalajara.
Vidas paralelas que coinciden en Madrid en 1826, recién cumplidos los dieciocho años, como discípulos de Alberto Lista. Debió establecerse entre ambos jóvenes una relación muy amistosa, puesto que la hermana de Diego, Sabina de Alvear y Ward, recoge en su obra que Espronceda escribía, a veces, en papeles sueltos y con lápiz "al sentir la llama de la inspiración" y su hermano guardaba o copiaba en un cuaderno estas composiciones. Así, narra la anécdota, recogida en la edición de Marrast ("José de Espronceda. Poésies lyriques et fragments épiques", Paris, 1969), de lo que sucedió con el soneto de La Rosa ("Fresca, lozana, pura y olorosa"), que lo compuso en un trozo de papel mientras esperaba que su hermano se acabara de arreglar para salir con él. Llegó en ese momento el maestro Lista, se lo dieron a leer y lo alabó indicando que era el mejor y más hermoso soneto del idioma español: la vida que se marchita con la misma brevedad que lo hace la rosa. En el Archivo particular de Francisco de Alvear y Abaurrea, en Montilla, existe un Cuaderno de poesías que contiene varias de Espronceda que, de esta manera, han podido ser conocidos.
También coincidieron los dos amigos en el amargo trance de la emigración, en Londres y en París, y, aunque no conocemos muy bien sus relaciones en aquellos años entre 1827 y 1833, hay un hecho que los vuelve a aproximar. El 15 de enero de 1830 fallece el padre de Diego, y su amigo Espronceda le envía una composición titulada "A D. Diego de Alvear y Ward con motivo del fallecimiento de su amado padre D. Diego de Alvear y Ponce de León, Brigadier de Marina. Dedica esta elegía su amigo Pepe Espronceda". La elegía comienza con una interesante pregunta, "¿Qué es la vida?", para concluir en los últimos versos (120b-123) "la parca injusta / roba tan sólo efímeros despojos, / y alta y triunfante la alcanzada gloria / guarda en eternos mármoles la historia". Espronceda, mantiene, dentro de la tradición de Jorge Manrique, de Lista y de tantos otros, la perennidad de la vida de la fama, al afirmar que la persona seguirá viviendo mientras perdure la memoria de sus actos; pero se aparta de sus predecesores en considerarla como la única inmortalidad que existe.
Posiblemente, Diego de Alvear y José de Espronceda volvieron a coincidir en Madrid, en los albores del liberalismo en círculos culturales, como la Real Sociedad Madrileña de Amigos del País o el Ateneo; mas, la gran aportación de cada uno hacia el otro sería la salvaguarda para la historia, en un caso, de la memoria del padre de Diego, en la Elegía esproncediana; y en el otro, aquellos poemas que Diego copiara en su Cuaderno y los transmitiera de esta manera a la posteridad.