En el Libro de Memorias de José Velasco García (1809-1854) se nos dice que en 1819 se celebró "la feria primera de la Piedad" (véase, Francisco Zarandieta Arenas y Tobías Medina Cledón: La Virgen de la Piedad y Almendralejo. Cinco siglos de una convivencia amorosa, Almendralejo, Santuario de Nuestra Señora de la Piedad, 2008, p. 124), por lo que en 2018 celebraremos el segundo centenario de este acontecimiento. Para conmemorarlo, recordaremos, entre otros textos, los artículos firmados por este cronista en las revistas de feria en los últimos treinta y siete años.

V. Francisco Zarandieta Arenas: "Almendralejo en los siglos XVI y XVII", Ferias de la Piedad y XXII Fiestas de la Vendimia, Almendralejo, 1994.

Almendralejo en los siglos XVI y XVII 01Almendralejo en los siglos XVI y XVII 02Este libro, que se presentó en octubre pasado y refleja lo substancial de mi Tesis Doctoral, pretende contribuir al mejor conocimiento de la realidad extremeña en el Tiempo de los Austrias. Su interés se basa en que Almendralejo, situada en el centro de la Tierra de Barros, en la Provincia de León de la Orden de Santiago, era entonces, como ahora, uno de los pocos ejes del desarrollo vital de Extremadura, en el que la fertilidad de sus tierras constituía la riqueza principal. Las transformaciones sufridas por esta villa durante esos siglos en que cambió institucionalmente, pasando de órdenes a señorío y a realengo, y sufrió las terribles consecuencias de una guerra en la frontera con Portugal, añaden aspectos atrayentes que incitan a un estudio que está basado en multitud de fuentes custodiadas en archivos parroquiales, municipales, nacionales, notariales y privados.

El ámbito temático de este trabajo queda estructurado en torno a tres grandes ejes: la demografía, la sociedad y las instituciones. Sobre la base demográfica, que constituye el soporte inicial y angular de la investigación, se ha pretendido recrear la dinámica de la sociedad almendralejense a través del desarrollo de sus principales instituciones públicas.
De los aspectos demográficos se ofrece una visión estática, a partir de los recuentos globales de vecinos, y otra dinámica, con el análisis de las conocidas variables de nacimientos, bodas y defunciones. La población de Almendralejo en aquellos siglos se movió entre un mínimo de 450 vecinos en los comienzos del XVI y un máximo de 1.050 en los años 70 de aquel siglo, mientras que al final del período considerado, hacia 1700, habitaban en la villa 686 vecinos. En la obra se estudian las distintas causas que concurrieron para ofrecer este panorama. Predominan las negativas: crisis de subsistencias, epidemias, guerras, presión fiscal y emigraciones. Las llegadas de inmigrantes y las alteraciones del sistema matrimonial contribuyeron a paliarlas en muy escasa medida.
La vida transcurría de muy distinta manera para los "notables", "el común de los vecinos" y los "marginados". Hacemos un seguimiento del quehacer diario a través de tres pinceladas en otros tantos momentos cruciales de la misma: el nacimiento, la boda y la muerte.
El análisis de 1.824 testamentos nos introduce en la religiosidad popular y en las diferencias entre los distintos estamentos sociales a la hora de enfrentarse con el último momento de su vida presente. Las mismas diferencias se observan en el estudio de las cartas de dote, donde se recoge la base económica en que se sustenta el matrimonio, y se pormenorizan los distintos bienes que las constituían (ajuar, bienes muebles o inmuebles, ganado, esclavos, objetos de lujo...).
En la sociedad marginada nos detenemos en tres tipos humanos que no participan de la "normalidad" establecida de la época: la desconfianza ante una conversión forzosa y unas minorías nunca asimiladas, como son los moriscos: la vergüenza de nacer de una relación ilícita, en el caso de los ilegítimos y expósitos, y la marca de haber caído en la esclavitud o haber nacido dentro de ella. Los "marginados" son otro mundo y, pese a su pequeño volumen poblacional, nos ilustran sobre aquella sociedad cerrada en la que el nacimiento condicionaba la vida futura de la persona.
Todos, marginados o no, estaban sujetos a determinadas formas de poder, por lo que para comprender a aquellos grupos humanos, sus formas de vida y su evolución en el tiempo, se estudian esas variadas instituciones que gravitaban sobre ellos, sus "circunstancias".
Además de la Iglesia, que controlaba la vida del individuo desde la cuna a la sepultura, el almendralejense de los Tiempos Modernos estaba sometido a múltiples jurisdicciones, de las cuales eran las más inmediatas las que emanaban del Concejo y de la Encomienda, en una cierta confusión y cruce de competencias (también con las eclesiásticas) que sólo se unificaban en el vértice común del Monarca, señor y propietario de todo. En sus orígenes, siglos XIII-XIV, Almendralejo dependía en los aspectos contributivos y jurisdiccionales de la ciudad de Mérida, que la consideraba una de sus aldeas, dentro del territorio de la Provincia de León de la Orden de Santiago. Se describe el privilegio de villazgo y el sucesivo paso de órdenes a señorío y a realengo, así como el proceso sufrido por la Encomienda hasta repartirse entre dos familias: la de los banqueros genoveses de los Serra y la de los Fernández, hidalgos locales de gran ascendencia en la villa.
La organización eclesiástica era, quizás, la jurisdicción más presente a los almendralejenses. Se estudia el patrimonio parroquial, las vicisitudes por las que pasaron las ermitas, cofradías, hospital y conventos de la Concepción y de San Antonio, y se hace una biografía colectiva de los curas y clérigos que sirvieron la Parroquia a lo largo de doscientos años.
La Inquisición uniformaba la variedad de jurisdicciones, salvando fueros y excepciones. El territorio de la Orden de Santiago aparece como el espacio más controlado de todo el sector llerenense y los oficiales del Santo Oficio de Almendralejo consideraban el título como una "prueba positiva" para escalar otros puestos o para alcanzar el hábito en una Orden: más de la mitad de ellos fueron, además, regidores perpetuos o alcaldes de la villa, concentrándose los oficios en manos de determinadas familias, sobre todo hidalgas, en las que claramente se transmitía el título en línea directa de generaciones.
El Concejo era la institución más inmediata a los vecinos. Se estudian las Ordenanzas, las áreas de actuación del cabildo, algunas cuentas municipales y la provisión de los cargos concejiles, en particular, los regidores, de los que se analiza la historia familiar de los 85 individuos que ocuparon con título de perpetuos este oficio entre 1606 y 1700. El poder en la villa, en definitiva lo ostentaban muy pocas familias, agrupándose en doce de ellas el 90% de los regidores perpetuos del Seiscientos. El estudio sociológico que de ellos se hace muestra, con algunas diferencias entre hidalgos y pecheros, unas características bastante comunes a todos ellos. Concentran los cargos en pocas familias, practican una fuerte endogamia, buscando alianzas matrimoniales, sus fortunas tienen procedencia diversa (agricultura, ganadería, censos), son titulares de mayorazgos, ofrecen cuantiosas dotes a sus hijos, numerosos ante el temor a que se extinga su descendencia, cuentan con esclavos y criados en sus casas donde no son extraños los objetos de lujo, algunos de sus hijos se consagran a la Iglesia, ordenan un elevado número de misas en sus testamentos, fundan capellanías, los pecheros pretenden ennoblecerse y los nobles buscan el hábito de una Orden, han ocupado previamente las alcaldías de la villa, son familiares del Santo Oficio...: es otra forma de vida, diferente al común de los vecinos.