En el Libro de Memorias de José Velasco García (1809-1854) se nos dice que en 1819 se celebró "la feria primera de la Piedad" (véase, Francisco Zarandieta Arenas y Tobías Medina Cledón: La Virgen de la Piedad y Almendralejo. Cinco siglos de una convivencia amorosa, Almendralejo, Santuario de Nuestra Señora de la Piedad, 2008, p. 124), por lo que en 2018 celebraremos el segundo centenario de este acontecimiento. Para conmemorarlo, recordaremos, entre otros textos, los artículos firmados por este cronista en las revistas de feria en los últimos treinta y siete años.

VI. Francisco Zarandieta Arenas: "Luis Chamizo y Almendralejo", Ferias de la Piedad y XXIII Fiestas de la Vendimia, Almendralejo, 1995.

luischamizoEl pasado noviembre se cumplieron los cien años del nacimiento del poeta de Guareña, Luis Chamizo Trigueros. Desde estas páginas nos sumamos complacidos a ese merecido tributo que se le ha estado rindiendo con motivo de la efemérides a aquel poeta culto que usaba el habla de su pueblo para cantar las historias de la gente sin historia. Y es que además, y como no podía ser menos, Luis Chamizo tuvo bastante relación con Almendralejo y los almendralejenses de su época.

Luis Chamizo, después de cursar estudios de Perito mercantil en Sevilla y de Derecho en Madrid, regresó a su ciudad natal hacia el año 1918 donde su padre era tinajero y fabricante de vinos y vinagres. El propio poeta creó en abril de 1918 una sociedad mercantil con dos vecinos de Madrigueras (Albacete) para la destilación y compraventa de vinos (la firma “Piñero, Chamizo y Moral, S. R. C.”). Ofrezco este dato porque no lo he visto nunca recogido en sus biografías; pero vayamos ya a su relación con nuestra ciudad.
En julio de 1919, la Congregación de los Luises de Almendralejo convocó unos Juegos Florales, a los que acudió Luis Chamizo con el poema “Consejos del tío Perico”. Señala su biógrafo, el profesor Viudas Camarasa, que tenía la firme ilusión de obtener la flor natural, pero todo quedó en un modesto accésit.
Tal vez, muchos vecinos almendralejenses escucharan por primera vez el término “castúo” en su poema, pues, como es conocido, esta composición fue incluida, dos años más tarde, en su obra “El miajón de los castúos” y en ella el tío Perico aconseja a Encarnación, guapa, más que toas las del pueblo, sobre su noviazgo, recomendándole que busque a alguien unido al campo extremeño, que quiera la tierra hasta hacerla de su propia esencia:

Son asina los cachorros de la raza
de castúos labraores extremeños,
que, inorantes de las cencias d'hoy en día,
cavilando tras las yuntas, descurrieron
que los campos de su Patria
y la madre de sus hijos, son lo mesmo.

Aquel mismo año, en agosto, en otro estilo poético muy diferente, en la órbita del modernismo y con reminiscencias de la “Marcha triunfal” de Rubén Darío, compone su poema “Mis polichinelas”, que dedica a José Gutiérrez Silva, II Conde de Osilo. Es un sentido poema en el que, en términos regeneracionistas, vuelve a mostrar su predilección por los trabajadores de la tierra amada al señalarlos redentores del conflicto extremeño. Su última estrofa le sirve de dedicatoria:

Señor: Estos muñecos que en vuestras manos dejo
son los polichinelas que ha forjado mi amor.
Mostradlos a los hombres niños de Almendralejo.
Vos moveréis las cuerdas. Permitidme un consejo:
Que agiten bien los brazos, y que recen, señor.

Sus relaciones comerciales en el mundo del vino le llevan a trabar amistad con una familia de Guadalcanal y allí se casa con la hija de la casa, en febrero de 1922. Todo parece indicar que la poesía titulada “Mi virgencita”, fechada en dicho año y que aparece en su libro “Poesías castellanas”, está dedicada a su mujer.
Lo que no sé si se conoce es que esta poesía se publicó como una colaboración del poeta en el periódico de Almendralejo “El Defensor de los Barros”, en su número 34, del día 14 de enero de 1922. De un marcado acento autobiográfico nos recuerda su deambular por caminos y ciudades, siempre peregrino en busca del amor:

Siempre el amor me iba diciendo:
sigue adelante, peregrino,
porque hallarás al fin la virgen
que ha de ser madre de tus hijos.

En Sevilla pasa algunos días, en vísperas de su boda. Se reúne con unos amigos y, a veces, terminan la jornada en un Café Concierto. Una noche ven actuar a una joven promesa del cante y del baile llamada Trini Ramos, que luego triunfaría en los escenarios parisinos y londinenses, y, sobre todo, en Nueva York. Luis Chamizo le compone en ese momento un poema titulado “Sangre gitana”.
En marzo de 1923 el poeta pasó unas horas en Almendralejo y asistió a la tertulia que todas las noches mantenían con Guillermo García Romero de Tejada, director de “El Defensor de los Barros”, sus colaboradores y amigos.
Allí conoció a Rafael Franco Rastrollo, entonces Director de la Banda de Música de “El Obrero Extremeño” y notable compositor, natural de Badajoz, que había sido profesor en la Banda Municipal de Madrid y a lo largo de su vida estuvo al frente de importantes bandas y compuso varias zarzuelas y numerosas partituras. Rafael Franco reorganizó la Banda de “El Obrero” en el corto periodo que la dirigió, de mayo de 1922 a octubre de 1923, ya que tuvo que dimitir por el traslado profesional de su señora que era maestra.
Luis Chamizo entregó al maestro Franco dos poemas suyos para que éste le pusiera música. Uno, el citado “Sangre gitana”; el otro, titulado “Canción de las sirenas”. Desgraciadamente, no se han conservado, que sepamos, ni letra ni música. La primera composición, al decir de los redactores del periódico, era un conjunto de estrofas llenas de alegría y colorido; y la segunda, un modelo perfectísimo de esas sentidas y lindas canciones napolitanas que tanto llegan al alma. Lo que sí nos consta, por noticia aparecida en el ejemplar del 18 de junio de aquel año de “El Defensor de los Barros”, es que el músico cumplió el encargo del poeta, al menos en lo que respecta a “Sangre gitana”, que fue estrenada en el teatro “Carolina Coronado” por la cancionista María Gamito.
En aquella misma ocasión de la tertulia en Almendralejo, Luis Chamizo compuso, según cuenta el semanario local, ante sus compañeros de Redacción el poema que lleva por título “Fecundidad”, que se reprodujo en el número del 5 de marzo. Este poema, que en las últimas “Obras Completas”, editadas por el profesor Viudas, no lleva fecha y se considera anterior a 1918, debe datarse en 1923, según aparece citado en el semanario almendralejense. Es un canto de amor a la Naturaleza de donde brota la vida:

El jardín parece dormido, parece
nido abandonado, paraíso perdido.
¿Quién perfuma el lecho de la castidad?
Y el eco nos dice: la Fecundidad.

Luis Chamizo cultivó la amistad de los extremeños residentes en Sevilla, desde su nueva residencia de Guadalcanal. En la Exposición Ibero Americana de 1929 conoció, entre otros, al almendralejense Pedro Navia Campos. En 1930 se estrenó en el teatro Cervantes de la capital hispalense su obra teatral “Las brujas”, tal vez su mayor éxito como poeta y dramaturgo; y en los preparativos del estreno estuvo colaborando también el escultor Pedro Navia.
Almendralejo le tiene dedicada una calle al poeta de Guareña. La antigua Callejita de las Lanchas, a la que, curiosamente, dedicó una de sus composiciones nuestro poeta Antonio Chacón Cuesta, que también utilizaba el castúo en sus poemas:

Eso qu'era yo mu chiquerrinino,
pero..., pero entavía m'acuerdo
de cuand'iba a la Escuela de los Padres
con mi primo Juanito José y con Frasco Pedro,
po la callejita de las Lanchas
pisando un gorpe en blanco y otro en negro...

El mundo es un pañuelo. Antonio Chacón casó con una sobrina nieta del Conde de Osilo, aquel a quien Luis Chamizo dedicara uno de sus poemas en 1919.