Francisco Gamero Galán (1917-1918)
Además, como correspondía, se eligieron los cargos reglamentarios, entre ellos el de presidente, que recayó en la persona del comerciante Francisco Gamero Galán (14-1-1917 a 13-1-1918). Nada más posesionarse del cargo, se fijó en el salón social un manifiesto dirigido a los socios, que por su singularidad reproducimos:
“A los socios. Mis propósitos.
Habiéndome posesionado de la Presidencia, cargo para el que fui elegido en la pasada Junta General, me complazco en saludar a todos mis consocios a los que encarezco su más decidida cooperación para la continuación del engrandecimiento de esta Sociedad.
Elevar la cultura de ella, procurando dignificarla más y adornarla con aquellos prestigios a que la hacen ya acreedora su ya larga y beneficiosa vida, seleccionando incluso cualidades y condiciones, es uno de los principales propósitos a que debe tender nuestro empeño, poniendo en práctica al efecto todas aquellas medidas sociales que signifiquen y consigan la mayor armonía en sus componentes, la moralidad en el proceder, dentro y fuera de su seno, el respeto mutuo y el acatamiento de las disposiciones adoptadas por los encargados de su gestión administrativa y régimen, que han de encaminarse siempre, a no dudarlo, a la consecución del mayor bien social.
Esta es la tarea a que todos debemos dedicar nuestros desvelos sin desmayos, con perseverancia, omitiendo cuantas pequeñas pasiones y frívolas trivialidades puedan producir, sin provecho, desde luego, ni beneficio alguno, la decadencia de esta entidad, loable lo mismo por la constancia en su existencia que por la filantropía de sus fines.
No es sólo el espíritu colectivo, el ansia social, quien así nos lo aconseja e impone, es también el Reglamento que nos rige que, cual todos sabéis, contiene acertadas y terminantes disposiciones concernientes a estos propósitos.
También y en la misma intensidad, pues no por ser material es menos atendible, debe preocuparnos la parte económica de la Asociación. Aumentar el capital y por consiguiente sus rentas, sin desatender, claro está, sus servicios y sagradas atenciones sociales, es trabajo al que todos debemos dedicarnos con igual empeño, procurando además liquidar con solicitud nuestras obligaciones para engrandecer de este modo también la institución que nos hermana, y acudir sin demora al cumplimiento de sus sagrados compromisos y a la práctica de sus benéficas obras.
De la prestación de vuestra ayuda para la consecución de estos propósitos estoy completamente seguro, dadas las constantes pruebas de espíritu social que habéis mostrado, y para eso únicamente dispondréis de vuestro Presidente.
Francisco Gamero” .
Estos propósitos se vieron truncados, quizás por incomprensiones en el seno de la Junta que le hicieron dimitir en julio y, aunque no fue aceptada su renuncia, no volvió a asistir a ninguna reunión en lo que restaba de año, siendo sustituido, en funciones, por el vicepresidente Guillermo García Romero de Tejada. Las causas últimas de esta dimisión no las recogen las actas, pero debieron ser importantes y arrastraron las de algunos otros miembros de la Junta Directiva.
La música, los bailes y la Banda siguieron protagonizando en la Sociedad actos importantes en este año especial para el mundo artístico de Almendralejo. Con sus luces y sombras. Las primeras, porque el Estandarte, que todavía se conserva, se confeccionó en este año, contribuyendo para su abono la Sociedad con 75 pesetas, con cargo a las gratificaciones de Carnaval que solía hacer a la Banda, y el presidente personalmente con 25 pesetas. Y la participación que tuvo la Banda en los actos celebrados en Almendralejo entre el 19 y el 22 de abril con motivo de la inauguración del Salón Cine Carolina Coronado, a los que asistió la Orquesta Sinfónica de Madrid, dirigida por el maestro Arbós, y a la que fue a recibir a la estación de ferrocarril la Banda del Obrero, que, sin embargo, no recibió permiso de la Sociedad para actuar gratuitamente en un pasacalles y en el Paseo de la Piedad, con la orquesta madrileña, como pretendía el propietario del Carolina.
Estandarte de la Banda de Música. Año 1917
Las sombras provienen del continuado enfrentamiento entre Guillermo García Romero de Tejada, ahora, como hemos indicado, vicepresidente y presidente en funciones, y el Director de la Banda, Isidro Moreno Gallardo, al que terminan amonestando por ausencias reiteradas en los ensayos y por no cortar cierta indisciplina entre los músicos. Lo cierto era que tenía otros trabajos, además del de la Banda, y estaba contratado para tocar en el Carolina, armonizando las sesiones de cine mudo en aquel local, y de organista en la Parroquia; cargo éste último que sí le permitieron armonizar con el de la Banda.
La Sociedad, por otra parte, no podía olvidarse de su carácter de entidad de socorros mutuos y más en aquellos años de la guerra europea en que la inflación creció aceleradamente, subiendo los precios de los artículos más básicos. Por ello se discutió extensamente la incorporación al Reglamento de una Base 4ª, que quedó aprobada en una de las muchas sesiones de juntas generales extraordinarias de aquel verano, junio y julio, que se celebraron, también, para una reforma más amplia del Reglamento. La citada Base 4ª quedó redactada así: “Se crea con carácter obligatorio el socorro extraordinario en caso de defunción, consistente en la entrega a la persona designada por el socio que fallezca o a la familia del mismo en la forma y previo los requisitos y circunstancias que se determinarán, de una cantidad de pesetas igual al número de socios que constituyan la Entidad al ocurrir el fallecimiento”. Sin embargo, el socorro extraordinario de defunción no se puso en práctica hasta mediados de los años veinte, por problemas económicos y de organización del mismo.
El Reglamento reformado de 1917 sí ha llegado hasta nosotros íntegro. Fue aprobado por el Gobierno Civil en septiembre de 1917 y la Sociedad mandó imprimir 2.000 ejemplares a la Imprenta de Juan Bote, instalada en la calle Cervantes, 6, de Almendralejo; para conocimiento de los socios Reglamento 1917.
A principios de 1918 la Sociedad se abonó al teléfono urbano establecido recientemente en la Ciudad, y cuya central telefónica y telegráfica estaba en la calle Alfonso XIII.