Guillermo García Romero de Tejada (1922-1925)

En la renovación de cargos de 8 de enero de 1922 resultó elegido presidente, Francisco Montero de Espinosa y de la Barrera, que no llegó a tomar posesión porque tres días más tarde presentó un escrito excusándose de dicha obligación, debido a su significación política; por lo que, reglamentariamente, el Consejo de Intervención y Estadística procedió a nombrar presidente, con carácter interino, a Guillermo García Romero de Tejada (25-1-1922 a 11-1-1925), que sería ratificado como tal en enero siguiente y cubriría, además, tres años en esta segunda etapa al frente de la Sociedad.
Son los “años malos” de la posguerra europea con una fuerte subida de la inflación, el precio del pan y otros productos básicos, que provocan en la comarca motines y revueltas por la escasez de jornales, las injusticias del impuesto de consumo y las deficientes cosechas, en especial la de 1922, lo que hizo que se redoblaran los esfuerzos en las solicitudes de subvención a los ministerios correspondientes.
Aunque la descripción de la situación pueda parecer un tanto exagerada, en orden a conseguir una mayor comprensión del Ministerio de Trabajo que llevara a la concesión de la subvención de 5.000 pesetas que se le piden, para atender a los fines benéficos de la Sociedad, no deja de ser significativo y no muy alejados de la realidad los argumentos que se señalaron y que transcribimos:
“en vista de la exigua cantidad existente en Tesorería para atender al suministro de socorros a socios enfermos, primordial deber de esta Sociedad, comprobado por el Reglamento que la rige, y teniéndose además en cuenta el crecido número de Asociados que percibe este beneficio, por ser, en una proporción del noventa por ciento, personas artesanas y obreros agrícolas que sólo cuentan con el producto del pequeño jornal eventual que ganan los días que su estado físico se lo permite; notándose por desgracia que cada vez vienen anualmente disminuyendo, por ser asequibles a todas clases de enfermedades; tal vez en su mayoría, hijas del agotamiento que les crea la ruda labor a que se dedican o a la deficiente alimentación que perciben, ya que cuentan con numerosa familia a que atender”[1].
Después de varias gestiones para buscar un director a la Banda y a la Academia de Música lo encuentran en el profesor de la Banda Municipal de Madrid, Rafael Franco Rastrollo[2], que accedió a trasladarse a Almendralejo, junto con su mujer, maestra que abriría la escuela “La Milagrosa”, y durante año y medio iba a revitalizar la vida musical en la ciudad con numerosas actuaciones, dentro y fuera de Almendralejo, en los conciertos ofrecidos en el local de la Sociedad, en el Parque de la Piedad, la Plaza de Toros, el Teatro Carolina Coronado, o participando en procesiones y veladas musicales en diversos centros sociales.
Su principal apoyo fue el presidente de la Sociedad que, a su vez, como director de un semanario local, “El Defensor de los Barros”, ofrecía generoso eco a todas las actuaciones de la Banda, elogiándolas y describiendo los programas musicales desarrollados. Como presidente de la Junta Directiva, no le regateó nada en cuantas peticiones realizó, arreglo de instrumentos, aprobación de un nuevo Reglamento (desgraciadamente, no se conserva), creación de una “estudiantina” para el carnaval de 1923, suscripción a un periódico especializado en temas musicales, “Harmonía”, publicidad en la prensa con fotografía incluida, o la adquisición de nuevos instrumentos y uniformes para los músicos.

Banda de “El Obrero”. Año 1922
Estos últimos aspectos requieren algún breve comentario. La Directiva autorizó a la Banda a sacar los instrumentos del local social con el objetivo de hacerse una fotografía. Esta decisión, aparentemente intrascendente, originó una fuerte discusión en el seno de la Directiva. Guillermo García Romero de Tejada, como presidente, había autorizado la salida de los instrumentos para que la Banda uniformada se retratara, cuya fotografía pagaría “de su bolsillo particular”, haciendo constar que el fotógrafo examinaría varios sitios y patios de casas particulares donde realizarla: eligió como más a propósito el patio de la casa de Francisco Montero de Espinosa y de la Barrera, y de ahí surgieron las discrepancias, por considerar que la fotografía realizada en la casa de esta persona tenía un matiz político (como el propio Montero de Espinosa lo había proclamado al excusarse del cargo de presidente de la Sociedad, para el que había sido anteriormente nombrado), incompatible con el apoliticismo de la Sociedad. La mayoría de la Directiva respaldó al presidente y la situación concluyó con la dimisión de los tres miembros discrepantes (contador, secretario y vocal).
La segunda cuestión tuvo que ver con el desacuerdo de un socio (padre de un directivo) sobre el proceder de la Junta respecto a la Banda, sosteniendo que se habían utilizado fondos de la Sociedad, sin consignación presupuestaria, para la adquisición de nuevos instrumentos; previamente, había sido amonestado por haber reprendido a un músico que tocaba un instrumento en el local social. Como éste reclamara ante la sanción y la Junta estimara que en tal escrito no se expresaba con corrección y se vertían afirmaciones que constituían para la Junta y el Consejo de Intervención y Estadística un agravio, determinó suspenderle en sus derechos de socio por tres meses.


Novillada a favor de la Banda de Música. Presidencia de honor del acto. Año 1922
Reglamentariamente, ni los socios ni la Sociedad podían acudir a dirimir sus diferentes ante los tribunales de Justicia, por lo que a este socio sólo le quedaba la instancia de la Junta General, para cuya convocatoria extraordinaria debía reunir más de cien firmas de socios, lo que hizo presentando el oportuno escrito; pero la Junta, en uso de sus atribuciones, pidió la ratificación individual de cada firmante en el local social durante un determinado tiempo, a lo que no acudió nadie, con lo que se desestimó el escrito.
Otra vía, era la denuncia ante la opinión pública, exponiendo en la prensa la situación. Al semanario “El Defensor de los Barros”, cuyo propietario y director era el presidente de la Sociedad, Guillermo García Romero de Tejada, y que se publicaba desde mayo de 1921, le salió al año un competidor, “La Opinión”, que dio cabida en sus páginas a los argumentos del denunciante[1]. Era vicepresidente de la Sociedad, el sacerdote Pascasio Fernández Juez (además, voluntarioso director de la Congregación de Los Luises), contra quien también “La Opinión” arreció las críticas, incluso con llamadas ante el Obispo de la Diócesis, por su condición de sacerdote. Esto motivó un escrito de dimisión del sacerdote, en el que, haciéndose eco de algún altercado ocurrido en la Sociedad, cuyo contenido desconocemos, señalaba lo siguiente:
“Almendralejo, 8 de octubre de 1922.- Sr. Presidente y respetable Junta de El Obrero Extremeño.- Con hondo disgusto he sabido lo que ocurrió anoche en ese Centro; este indicio y otros demuestran claramente los apasionamientos de algunos que tratan de perturbar la paz de esa sociedad para mí tan estimada, los cuales yo calmaría en la medida de mis fuerzas, ayudando a los miembros de la Directiva, mis queridos amigos, si ocupaciones más directas de mi ministerio sacerdotal me lo permitieran. Por tanto, siento decirles que me den de baja como socio, para estar alejado de lo que divide a los hombres por asuntos terrenos.- Esto no obstante, no quiero evadir en nada las responsabilidades de nuestros acuerdos inspirados únicamente en la justicia y en la caridad.- Cuenten siempre con la estima y el respeto que les profesa su afmo capellán q. b. ss. mm. Lic. Pascasio Fernández Juez. [Rubricado]”[2].
La Junta no admitió la dimisión y le convenció para que la retirara, como así hizo el sacerdote, que ya sólo asistiría a contadas reuniones y no volvió a firmar en el Libro de Actas. Lamentablemente, se trasladaban también a las instancias cívicas, como “El Obrero”, las enconadas luchas que en las contiendas políticas provocaron el final del decadente sistema del turnismo; a nivel local, el Partido Conservador frente al de la “Defensa de la Ciudad”; cada uno con su órgano de prensa y propaganda, respectivamente, “La Opinión” y “El Defensor de los Barros”.
Respecto a los uniformes de la Banda, los músicos debían de costeárselos con los ingresos procedentes de sus actuaciones, pero como sólo hubieran reunido 500 pesetas, y faltaban todavía 2.116 pesetas, el presidente García Romero de Tejada los donó de su peculio particular a la Sociedad para que ésta, una vez rescatada la cantidad que ya habían aportado los músicos, quedase dueña de los citados uniformes; lo que fue aprobado en la Junta General de julio de 1923, con la salvedad que se hacía por una única vez, pues en el futuro los propios músicos cuidarían de sus uniformes y de las reparaciones o sustituciones que los mismos necesitasen.
La generosidad del presidente también se manifestó en otra situación: la subvención de 750 pesetas que otorgaba regularmente el Ministerio de Fomento no había llegado todavía a finales del año 1922, por lo que las donó para que la Sociedad no careciera de ese ingreso que necesitaba. La Junta General de enero de 1923 le agradeció el gesto, pero advirtió que no creara el precedente de que el presidente salvara con su dinero las carencias en las subvenciones, pues mermaría que otra persona de menos poder económico pudiera optar al cargo; por ello, se recalcó que la donación se hacía a título personal y no institucional. Pese a todo esto, su reelección en enero de 1924 estuvo más ajustada que en otras ocasiones, obteniendo 120 votos frente a los 115 de su oponente, Rafael Rodríguez González.

Directiva de “El Obrero Extremeño”. Año 1923
A mediados de 1923 se había vuelto a retomar el asunto del socorro extraordinario de defunción, que ya hemos indicado que se aprobó en el Reglamento de 1917, pero no se había llevado a la práctica[1]; dando un plazo de sesenta días para comparecer en secretaría a prestar su disconformidad; nadie se presentó, pero esto no se entendió como consentimiento tácito, por lo que acordaron volver a estudiarlo con detenimiento antes de ponerlo en ejecución. El socio Rafael Rodríguez González estimuló, a su vez, a sus compañeros con una “carta abierta” en “El Defensor de los Barros”, proclamando las excelencias de este nuevo socorro y animando a su suscripción[2].
En medio de tantas discrepancias, una estampa de época nos la proporciona el contrato para el suministro diario de leche en la Sociedad, realizado con un socio que cobraría en todo tiempo 0,60 pesetas por litro, con la expresa condición de ordeñar las cabras en la puerta del local social, con lo que se conseguía una economía de 0,20 pesetas por litro respecto al anterior ganadero que la proporcionaba[3].
En octubre de 1923 se produjo la dimisión del director de la Academia y Banda de Música, Rafael Franco Rastrollo, que tan buen papel había desempeñado al frente de la misma, debido a que su esposa, maestra nacional, se trasladaba a otra localidad. Durante un largo tiempo, no se cubriría su vacante, aunque esporádicamente la Banda siguió actuando en ciertos actos, especialmente, organizados por el Ayuntamiento, que aumentó la subvención que le concedía anualmente, de dos a tres mil pesetas, tal vez, con el ánimo de contribuir a su reorganización.
A principios de agosto de 1924 tuvo lugar la contratación de un nuevo director, Enrique Rui-Díaz, que en aquel momento ingresó, además, como socio. Días más tarde, se aprobó un nuevo Reglamento invitando a los socios, hijos y hermanos a que ingresaran en ella. Las inscripciones se multiplicaron y renació la esperanza de volver a revivir los éxitos de los años anteriores. La Directiva mejoró el local que servía de Academia y adquirió una serie de útiles que había solicitado el nuevo director (métodos Lemoine, cañas para clarinetes, zapatillas para flautín, compra de instrumentos, suscripción a la “Revista Musical”…), y se celebraron conciertos en el local social y en otros escenarios de la Ciudad durante el resto del año.
La Dictadura de Primo de Rivera influiría en la vida de “El Obrero” que, en definitiva, venía a ser un fiel reflejo de la sociedad almendralejense y española. A finales de 1923, acordaron fijar en el local social un anuncio suscrito por el jefe de la línea de la Guardia Civil de la Ciudad sobre la creación del Somatén en Almendralejo[4], en claro detrimento del carácter apolítico de la Sociedad.
Meses más tarde, se suscitó un nuevo problema “político”. El presidente Guillermo García Romero de Tejada había sido nombrado concejal, formando parte del nuevo ayuntamiento que tomó posesión el 7-3-1924. Pero, el 9 de marzo la Gaceta de Madrid publicó el nuevo Estatuto Municipal de la Dictadura, por el que se incorporaban a los ayuntamientos concejales electivos y otros, llamados corporativos, representantes de asociaciones o corporaciones importantes de la vida local. Uno de los concejales corporativos nombrados por el gobernador civil el 2 de abril fue el presidente de “El Obrero”, en su calidad de tal, pasando, en su caso, de elegible a corporativo.
Esta situación volvió a plantear el carácter político de un nombramiento que no había contado con el respaldo de la Junta General de la Sociedad. Una comisión de la misma visitó al alcalde, y todos decidieron oír el parecer de los asociados. Se convocó una Junta General extraordinaria, en la que durante tres horas se escucharon opiniones a favor y en contra: unas, que lo consideraban un honor; otras, que una carga impropia de su trayectoria apolítica. No se votó ninguna resolución, sino que la Junta Directiva, en vista de lo tratado, obrara en consecuencias[5].
Algunos de sus miembros acudieron a Badajoz a entrevistarse con el gobernador civil para hacerle patente el carácter de mutualidad que tenía la Sociedad, lo que debió mover a la primera autoridad provincial a cesar a Guillermo García Romero de Tejada como concejal corporativo, para inmediatamente nombrarle como concejal electivo, en sustitución de otra persona que había incurrido en un caso de incompatibilidad[6].
[1] Consistía en la entrega a la persona designada por el socio fallecido o a la familia del mismo en la forma que se determinaría, de una cantidad de pesetas igual al número de socios que constituyeran la Entidad al ocurrir el fallecimiento.
[2] RODRÍGUEZ GONZÁLEZ, Rafael (1923): “Carta abierta. A la Junta Directiva y socios de ‘El Obrero Extremeño’”, El Defensor de los Barros, III, 110, 16-7-1923.
[3] AOE, LA, 11, 14-9-1923.
[4] AOE, LA, 11, 25-12-1923; además, en abril de 1925 se autorizaría que se impartiera una conferencia sobre esta institución en el local social. El Somatén constituía una especie de “milicia nacional”, no sólo como auxiliar de las fuerzas del orden en caso de revuelta, sino como encuadramiento de los ciudadanos en su colaboración cívica con el nuevo poder instituido.
[5] AOE, LA, 12, 27-4-1924.
[6] Boletín Oficial de la Provincia de Badajoz, 13-5-1924.
[1] Inició su publicación el 4 de mayo de 1922, bajo la dirección de José Domínguez Cabezas. Desde el 30 de noviembre de 1922 (nº 31) lo dirigió Ricardo Atienza. Los últimos números que conocemos son de 1923.
[2] AOE, LA, 11, 8-10-1922.
[1] AOE, LA, 10, 30-4-1922. El subrayado es nuestro y excusa de cualquier otro comentario.
[2] Sobre la figura y actuaciones del Sr. Franco, véase BOTE LAVADO, Tomás, ob., cit., pp. 83-98.
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