Los problemas de una sociedad agraria extremeña
La villa seguía bajo el temor que suscitó la fuerte crisis motivada por la peste de los años anteriores (1598-1603), por lo que cualquier rumor de rebrote epidémico les hacía poner sobre aviso y tomar medidas defensivas frente a ella. Como les llegan noticias de que en Zafra "hay muchas enfermedades de que muere mucha gente y hay escándalo de ello", por lo que acuerdan, el 8 de agosto, que el médico de la villa vaya a entrarse y comprobar si hay peligro de contagio. En esta ocasión, no hubo incidencia notable en la población almendralejense.
Otro de los graves problemas que afectaban a estas poblaciones era la estrecha dependencia que tenían respecto a la evolución de las cosechas (trigo y cebada, principalmente). En este año, después de varios años catastróficos, los buenos temporales salvaron la cosecha, que se presentaba tan buena que en marzo se ordenaba vender el trigo, que poseían distintos Depósitos del Cabildo, al precio de la tasa (18 reales la fanega) porque podría bajar mucho el precio después de la cosecha que se avecinaba. A finales de año, aprovechando la baja el Pósito compraba trigo a 13 reales la fanega.
Leyendo los documentos de aquel año, tenemos la impresión, propia de los tiempos, de estar ante una sociedad pleitista: el Concejo mantenía los más diversos pleitos ante las más variadas instancias. Ante el alcalde entregador de la Mesta en defensa de los vecinos que han sido acusados de labrar en las dehesas; ante el Administrador de la sisa, en Llerena, sobre las cuentas de dicho impuesto; ante el Alcalde Mayor de Mérida acerca del nombramiento del Depositario del Pósito, y de otro vecino que pretendía eximirse del oficio de recogedor de bulas. Ante el Consejo de Órdenes pleiteaban sobre el ensanche de la dehesa boyal que pretendía hacer el Concejo; y en lo referente a litigios con la vecina Aceuchal por pastos comunes. Los pleitos en la Corte eran tantos que mantenían en Madrid a un abogado costeado por el Ayuntamiento que se encargaba de ellos.
Pero, sin duda, los más importantes de aquel año fueron dos: uno entre las jurisdicciones concejil y eclesiástica sobre determinados derechos cobrados por el Párroco, así como ciertas actuaciones del mismo y la preeminencia de ambas instituciones en las procesiones de la Candelaria y del último día de Pascua, que el Cabildo denunció ante el Vicario General de la Provincia. El otro fue relativo al nombramiento de Serván Ortiz Hidalgo como alcalde ordinario hidalgo, aduciendo el alcalde pechero y parte de los regidores que el citado era deudor del Concejo y pleiteaba contra el mismo; otros regidores, en cambio, apoyaban la elección. En aquel momento se trataba de regidores perpetuos y la situación parece traslucir la existencia de bandos contrarios en el Cabildo. Del primer pleito no conocemos la resolución, aunque el cura Paredes siguió muchos años en la villa; y del segundo sabemos que el Alcalde Mayor de Mérida resolvió confirmando el nombramiento de Serván Ortiz.
En junio la villa se encontraba optimista ante la buena cosecha de aquel año, pero los problemas sólo se habían aparcado, y por eso en su contestación a una Carta Real en que se les pedía información sobre la situación de la agricultura y ganadería reflejan su preocupación. En su opinión, el principal problema era el elevado coste de la labor (arrendamiento de los bueyes, salarios de los jornaleros, elevadas rentas, compra de aperos...), que en su mayor parte se efectuaba en terrenos arrendados. Se había llegado al abandono de las labores y muchas tierras se dejaban sin labrar por la falta de "posibles" de los potenciales arrendadores. En aquellas situadas en territorio de la Encomienda y jurisdicción de la villa de Alange, propiedad en muchos casos de labradores de Almendralejo, estos inconvenientes se veían aumentados por las sanciones que solían recaer sobre ellos cuando sus bueyes pastaban o abrevaban donde no debían.
Entre las soluciones apuntadas destacaban la posibilidad de hacer una Concordia de pastos con Alange, el reconocimiento de una cláusula de seguro contra las situaciones catastróficas que les permitiera quedar exentos de las rentas en dichos años, la supresión de la tasa del trigo y del pan, el cese de las molestias que les causaban los jueces entregadores de la Mesta respecto a los rompimientos hechos por los Concejos y caballeros particulares en sus dehesas, donde tenían suertes arrendadas, y, finalmente, que se potenciara la cría de yeguas de labor, en sustitución de los bueyes [Respuesta de la Villa de Almendralejo a una carta de Su Majestad, Almendralejo, 22-6-1608: Archivo Histórico de Almendralejo, Libro de Acuerdos, I, 22-6-1608]. Soluciones que necesitarían muchas décadas, a veces, siglos, para llevarse a la práctica.
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