II PREGÓN DE SAN MARCOS

II Francisco Zarandieta

Francisco Zarandieta Arenas (2009)

Agradecimiento a la Junta de Gobierno de nuestra Hermandad de San Marcos por el honor que me ha hecho y la responsabilidad que en mí ha depositado al elegirme para pregonero de la Romería de este año.
Gratitud al presentador que en aras de la cortesía ha realzado una vida sencilla de trabajo, que, como siempre he recordado, carece de grandes momentos salvo los familiares.
Mi recuerdo entrañable a José Ángel Calero Carretero, querido amigo y compañero de tantas cosas, que me precedió el pasado año con méritos sobrados en esta tribuna.
Y como estamos en la Ermita y el recuerdo de quien fue su alma nos acompaña siempre que pisamos estas milenarias rocas de San Marcos, mi evocación emocionada hacia el Cura Jesús, que, un año más, estará gozando en el cielo con estos días de hermandad y pidiendo, ¡cómo no!, por todos nosotros.
El pregonero quiere dedicar sus palabras de una manera especial a las personas y a los colectivos que, calladamente, durante todo el año trabajan para que, cuando se acercan estos días, todos podamos disfrutar de la romería. A los actuales, y a los que durante quinientos años han mantenido, de una manera u otra, la tradición en nuestra tierra.
En estos cinco siglos de historia, los pregoneros que pudieran haber tenido esta misión, habrían proclamado, sin duda, acontecimientos diferentes, aunque todos marcados por el amor al Santo. Hagamos un cruce de noticias con ellos y ya que anunciamos la de 2009, pidamos que los pregoneros del pasado nos correspondan con las suyas, desde su presente cargado de futuro. Porque no olvidemos que somos sus herederos, y ellos son nuestras raíces.
El viernes 19 de marzo de 1557 el pregonero convocó a los vecinos en los lugares acostumbrados para indicarles que había concluido la Visita que la Orden de Santiago había comenzado en la villa el anterior día 10. Sin duda, resumiría los principales acontecimientos y por lo que respecta a la Ermita de San Marcos pregonaría con alegría que ya se encontraba bien terminada, con las paredes altas, de piedra y mampuesto, y el techo de madera de pino y caña. Tenía dos arcos y la puerta abierta hacia el oriente. En la capilla había un poyo en uno de sus lados, el suelo estaba enladrillado y las paredes encaladas. Sobre una grada se encontraba el altar con el ara donde se celebraba la Misa y por encima había un paño pintado con la figura de San Marcos y también las de San Juan y San Mateo.
El camino había sido largo desde aquel lejano 1507 en que, con toda seguridad comenzó su edificación, el mismo año que también empezara a levantarse la primitiva Ermita de la Piedad. El pregonero recordó que el primer dato que conservan es de 1511, cuando el visitador anotó que se estaba haciendo una Ermita de San Marcos, “en el lugar que llaman Harnina, a media legua de la villa”. Entre sus cortos bienes ya tenía un toro “que dicen de San Marcos”, que se había arrendado a un vecino para las labores agrarias, a cambio de tres fanegas de trigo. Este ingreso, unido a las limosnas que recibiera, debía gastarlo en edificar la capilla, el mayordomo Diego López, que fue el primero que tuvo el Santo.
¿Quién fue San Marcos? Evangelista y misionero, compañero de San Pedro y de San Pablo, en aquel mundo apasionante de la primitiva cristiandad escribió su Buena Noticia para los cristianos convertidos del paganismo hacia el año 70 de nuestra Era. Uno de los libros más poéticos de la Biblia, el Apocalipsis, narra una visión de San Juan en que aparecen una serie de animales fantásticos, que la Tradición ha hecho coincidir con los cuatro evangelistas. A San Marcos le corresponde el león alado, que podemos ver a sus pies en la imagen que veneramos en la Ermita.
En uno de los contrafuertes del templo parroquial de la Purificación se encuentra un escudo que condensa buena parte de la historia de Almendralejo. Aparece el almendro, símbolo de la ciudad, entonces villa; el jarro con azucenas, en honor de la Virgen a quien estaba dedicado el Templo; y el león de San Marcos, atravesado con una espada de Santiago, además de dos conchas de peregrino, porque Almendralejo pertenecía a la Orden de Santiago, que había sido la fundadora de la villa, gobernada desde el Convento de San Marcos de León.
Por este motivo, la devoción de este Santo tuvo gran predicamento en el territorio de la Orden, y ya desde finales del siglo XIV se conocen varias ermitas y parroquias con la advocación de San Marcos. El Concejo tenía el patronazgo sobre ella y nombraba todos los años al mayordomo, al que periódicamente se le tomaba cuenta de su gestión. A aquel primer mayordomo sucedieron, anualmente, muchos otros, pero la documentación existente sólo nos ha conservado memoria de unos pocos. Quiero citarlos, y que sus nombres resuenen, tal vez por primera vez, en este paraje que nunca imaginaron: Alonso Vaquero, mayordomo en 1515; Diego Hernández, en 1549; Gómez Fernández, en 1550; Rodrigo Rangel, en 1556 y Alonso Ortiz, en 1557.
Avanzamos casi un siglo en nuestro recorrido histórico, y el pregonero de 1665 tiene la fortuna de publicar en voz alta noticias importantísimas para Almendralejo. La villa ha comprado para sí su propia jurisdicción y ya no depende de nadie más que de sí misma. Para ello han tenido que pagar una importante cantidad a la Hacienda Real y elaborar un costoso expediente, en el que figura, por vez primera, un croquis de su término municipal, firmado por el geómetra madrileño Antonio Martínez el 27 de agosto de aquel año, donde aparece dibujada la Ermita de San Marcos (tal como lo tenemos representado en el Mural que existe en el Porche de la entrada). Situada a la derecha del camino de Badajoz, ya contaba, al menos desde hacía medio siglo, con una imagen dorada de San Marcos, que sustituyera a la pintura primitiva. Y cuatro años después, el 1 de mayo de 1669 se aprobaría la Cofradía de San Marcos, de la que, desgraciadamente, sólo conocemos los nombres de los promotores, Juan Ortiz de Paz, Francisco González Barreñón, Francisco Hernández, Manuel Andrés, Sebastián García, Diego Hernández y Juan Guerrero. Perdonad la reiteración de los nombres, pero es nuestro particular homenaje a los pioneros que nos precedieron.
La desgraciada guerra contra Portugal de mediados del siglo XVII cortaría por mucho tiempo la próspera trayectoria de Almendralejo. Más de un siglo le costaría volver a los niveles de riqueza perdidos. También fue un tiempo de escasez de noticias que dar al pregón. Los mayordomos ya no fueron anuales, lo que dio mayor continuidad a su labor, pero la Ermita se había empobrecido, carecía ya de bienes, y no tenemos constancia de legados en los testamentos. Sólo podríamos resaltar la continuidad como mayordomo de un sacerdote de la villa, Pedro García Naranjo, que lo fue, al menos, desde 1770 hasta su fallecimiento en 1787, aunque tampoco se acordó de San Marcos en sus mandas testamentarias.
Después, la guerra de la independencia vino a agravar la situación de aquellas ermitas o edificaciones que estaban extramuros de los pueblos, en lugares de difícil defensa para una tierra como la nuestra tan castigada por conflictos bélicos. La ermita quedaría destruida, aunque su recuerdo siguió presente en la mente de los almendralejenses.
Aquellos terrenos se convirtieron, después de las distintas desamortizaciones de bienes municipales, en la última dehesa de Almendralejo en pasar a manos de particulares; apreciada, no sólo por sus aprovechamientos de pastos, sino porque sus pedregales proporcionaban materiales de construcción y aquí se habían instalado desde tiempo inmemorial los hornos de ladrillos y tejas, además de ser el sitio más apropiado para el lavado de las ropas.
La existencia de prensa escrita, local o provincial, que de manera bastante regular desde 1878 proporciona noticias sobre Almendralejo, cambia la figura del pregonero por la del periodista, gacetillero, reportero o articulista. La reseña periodística más antigua de la prensa local sobre la romería de San Marcos está fechada el 27 de abril de 1879 en el semanario local “La Revista de Almendralejo”.
Con más o menos fortuna, compitiendo con otras romerías como la de San Blas, la fiesta fue languideciendo, al no contar con el soporte de una Ermita, ni de una Hermandad que encauzara las actividades religiosas propias de toda romería, por lo que quedaba incompleto el día. Era algo importante, que faltaba, y por lo que estuvieron clamando muchos almendralejenses durante muchísimo tiempo.
Mis primeros recuerdos de la romería datan de los años sesenta del siglo pasado. Poco antes, dos entrañables almendralejenses, Juan Blasco Barquero y nuestro Cura Jesús, encabezaron la sensibilidad de muchos otros con el objetivo de la Ermita y la Hermandad. Les gustaban las tradiciones de su pueblo, amaban la gira de San Marcos y las jiras de ese día y señalaron el camino por el que otras personas, colectivos e instituciones han caminado hasta ver realizado ese sueño.
En aquel tiempo de mediados del siglo pasado, los mozos y las mozas de Almendralejo formaban para el día del Santo las tradicionales jiras. Así se denominaban a los grupos de jóvenes que organizaban el día de la romería ya desde meses atrás, reuniéndose, para hacer los adornos de flores de papel que debería llevar el carro (o remolque), en la casa de algún matrimonio que previamente se había ofrecido a ser el “responsable” de aquella jira, acompañándoles y preocupándose que todos se comportaran correctamente. Estos matrimonios responsables eran una garantía para que los padres de las mozas las dejaran ir a la romería.
Los mozos ya tenían pensado a quien invitarían a montarse en sus mulas; aunque las muchachas menos decididas preferirían el carro. También había caballistas que iban sin pareja. Los demás ingredientes del día eran la bebida y la música para el baile, que solían pagar los mozos; mientras las jóvenes se encargaban de la comida. La demanda de acordeonistas hacía que también se les contratara en los pueblos cercanos. Se bailaba en el campo y, al volver, e incluso al día siguiente, se continuaba la fiesta con la música y la comida que había sobrado, en la casa de uno de los matrimonios responsables.
Muchos recordarán de una manera especial la romería de 1965, organizada por Juan Blasco y un grupo de jóvenes, entre los que se encontraba otro gran entusiasta de aquellas ideas, Antonio Díaz Rodríguez. Aquel año ya tuvo lugar una romería “casi completa”, porque, aunque seguían faltando la Ermita y la Hermandad, hubo organización, cultos religiosos en honor de San Marcos, con Triduo, procesión con la imagen del Santo, Misa de campaña y bendición de los campos, y participaron carrozas adornadas artísticamente y parejas de caballistas.
Desde entonces, la historia está en la memoria y en el corazón de muchos de los presentes: es apasionante el empeño puesto y las dificultades vencidas en estos últimos cincuenta años por conseguir la Ermita, bendecida en 1993, y la Hermandad, constituida en el año 2000, bajo la presidencia de José González Hortigón, labor continuada por sus sucesores en el cargo, Silvestre Gómez Zafra y el actual Hermano Mayor, José Alberto Pérez Álvarez, en cuyas personas condenso el trabajo de tanta gente, la generosidad de tantas personas, el entusiasmo de tantas asociaciones: una larga lista, que siempre quedaría incompleta porque en el silencio también se trabaja, y que sólo el Santo podrá recompensar.
Amigos, hace millones de años las fuerzas de la naturaleza crearon la base geológica de San Marcos.
Hace miles de años vivieron en estos parajes los primeros habitantes del actual término almendralejense.
Hace cientos de años se construyó la primera Ermita a San Marcos en nuestra ciudad.
Durante decenas de años se estuvieron celebrando las romerías incompletas.
Hace dieciséis años que la Ermita es una gozosa realidad, y hace nueve años que existe la Hermandad: ya celebramos la Romería completa, a la que este año añadimos la “bajada” del Santo hasta la Parroquia de San Roque, para recibir el culto del Triduo anual que se le dedica.
El sábado, y Dios quiera que por muchos años, volveremos a estos terrenos de siempre para que la copla popular nos recuerde que en la vida todos somos carreros; para que las peñas de San Marcos sean testigos de nuestros gozos y nuestras sombras; para que se nos refresque la memoria de que un pueblo levantó una Ermita en el campo donde vivieron los primeros pobladores de estas tierras; para meditar si hemos llevado la mula de la vida con salero, o si hemos vendido la manta por nada y ahora vamos a pelo; o si el tiempo ha sido favorable a nuestro pueblo y nos hemos podido comer el borrego en Valdeorite; y siempre agradecidos al Santo y a nuestra Patrona de la Piedad de que nos vayan sacando en bien en nuestro caminar.
Muchas gracias
[Publicado en Asociación Histórica de Almendralejo, La Pieza del mes, 4, 2010]