IX PREGÓN DE SAN MARCOS
Tomás Bote Lavado (2016)
Sr. Alcalde de la ciudad, Hermano Mayor de la Hermandad y demás miembros de su directiva, concejales de la Corporación Municipal, Rvdo. D. Miguel Caballero, queridos familiares y paisanos:
En primer lugar, quiero expresar mi sincero agradecimiento a la Hermandad en la persona de su presidente, Don José Alberto Pérez, por honrarme con el encargo de dar este Pregón de la Romería de San Marcos 2016.
Pues bien, siendo yo músico y teniendo la música una presencia indiscutible en esta romería, como en todas las que se celebran en muchos pueblos de España, me van a permitir que el grueso de mi discurso esté dedicado a la que escuchamos en la nuestra; aunque eso no evitará que en algunos momentos me ponga algo poético e incluso campechano y sentimental, pues muchos momentos importantes de mi vida están vinculados a este lugar y a esta querida fiesta. Cierto es que, como músico, lo que siento en estos momentos me sería más fácil expresarlo a través de ese lenguaje que justamente empieza donde las palabras no llegan, pero, sin duda, resultaría un pregón bastante atípico. Además, fácilmente me podría ocurrir lo que a San Agustín cuando escuchaba los cantos de la primitiva Iglesia: “que el sentimiento acompañe a la razón, no de manera que esté contento con seguirla, sino que siendo admitido por amor de ella, se esfuerce por ir delante y guiarla”. Así que dejémoslo en palabras, más o menos torpemente hilvanadas, y algún ejemplo musical.
Empezaré por recordar algunos de esos entrañables momentos de mi niñez vividos en esta fiesta.
Aún vestíamos pantalón corto cuando ya nos deslizábamos por la Piedra Resbaliza y dábamos rienda suelta a nuestra viva imaginación infantil jugando en la Cueva del Moro, donde entonces no era difícil cazar algún que otro lagarto. Allí, en su piedra más alta, teníamos una impresionante atalaya desde la que se podía divisar toda la explanada de San Marcos, lugar del que fuimos desplazados años más tarde, digamos que por nuestros propios afanes urbanísticos. Al otro lado de la carretera oteábamos el “regacho” Harnina y la Charca de los Gallegos, un mar de piratas para nuestra imaginación infantil que podía ver en él veleros bergantines con diez cañones por banda. Aquí y allá, carros, remolques y camiones sencillamente engalanados a los que se adosaban improvisados “estalaches” compuestos con mantas camperas, toldos de vendimia y algunos toscos palos para sostenerlos. Como un paisaje sonoro añadido, aún se podían oír por aquellos años, traspasando el agradable bullicio, las dulces notas de algún acordeón y otros populares instrumentos musicales acompañando la entonación de cantos tradicionales de la celebración. Y como las ciencias adelantan que es una barbaridad, según dijo Don Hilarión en la Verbena de la Paloma, poco tardarían los conocidos altavoces de nuestro amigo José Luis en imponer su novedosa intrusión acústica, avanzadilla del impropio mundo sonoro que más tarde acabaría inundando el lugar. Pasaron los años y, ya en plena juventud, recuerdo venir con las mozas del barrio en un remolque tocando el acordeón. Entre esas bellas mozas estaba la que sería mi mujer, a la que yo declaré mi amor precisamente un día de San Marcos.
Es así, pues, que desde tiempo inmemorial los almendralejenses de nacimiento y de adopción (a falta siempre de las cuatro envidiosas que querían que lloviera) nos hemos congregado religiosamente en este paraje peñascoso, más allá o más acá, cada 25 de abril. He dicho religiosamente queriendo decir con regularidad y puntualidad, pero he de decir también que no tan religiosamente en el sentido original del término, o sea, con espíritu y sentimiento religioso, algo que se fue perdiendo con la desaparición de la antigua ermita. Esa Ermita que estaba ubicada en el Cabezo de San Marcos, donde se asentaron en la prehistoria los primeros pobladores de la Vega del Harnina, estaba ya en ruinas a finales del siglo XVIII, según sabemos por el Cronista Oficial de la Ciudad, Don Francisco Zarandieta. Por eso, esta tradicional escapada campestre al lugar de San Marcos fue durante muchos años, al menos durante la primera mitad del siglo pasado, simplemente la Jira. Lo que el diccionario define como banquete o merienda entre amigos, especialmente campestre, realizada con regocijo y bulla. Y como entonces éramos un pueblo mayoritariamente campesino, muchos lo hacíamos subidos en carros de labranza. Carros multicolormente engalanados desde los que las mozas del pueblo entonaban sus cuitas amorosas con un ruego: “si tú lo llegas a ver, dile al mozo de mis sueños que no olvido su querer”. Ciertamente, los tiempos han cambiado y ya nadie viene de Valdorite de comerse un borrego, y no es porque no lo queramos creer si no nos traen los cuernos. Ni el carrero que llevamos se puede poner ya de pie para que veamos lo simpático que es, si no quiere perder algunos puntos del carné, por mucho que cantemos “vivan los guardias civiles que van por la carretera”. Esta laicidad -al menos aparente- de la festividad de San Marcos en el periodo indicado, se constata también en el hecho de que ninguna de las letras de las canciones más antiguas de la Jira se dirigen al Santo: “Venimos de Valdorite de comernos un borrego...”, “Carrerito carrero, Carrero chulo, que vendiste la manta por ocho duros...”, “Partí una, partí dos, partí tres salieron vanas...”, “Al llegar al pilar de Tiza, unos mozos me dijeron…”, “Al entrar en Almendralejo, lo primero que se ve, las mujeres en la puerta y la casa por barrer...”, “Por esta calle me voy, por la otra doy la vuelta...”, “El Carrero que llevamos, ahora se ha puesto de pie...”, “Más de cuatro envidiosas que querían que lloviera...”, y otras muchas más; incluso la de texto algo religioso: “A la virgen de la Piedad, muchas gracias le daremos...”, tampoco menciona al santo. Si alguna otra lo menciona, como ocurre en el “Caminito de San Marcos”, que escribiera Juan Blasco Barquero a principio de los años sesenta, obviamente se refieren al lugar físico de destino sin que podamos apreciar en ello una clara indicación de culto religioso vigente.
Y ahora, a modo de interludio en mi pregón, éste podría ser el momento propicio para deleitarnos con unos compases de esa conocida canción de jira. La que van a escuchar es una vieja grabación casera, de poca calidad sonora, pero que tiene el encanto del directo y especiales connotaciones emotivas para mí, pues en ella vamos a oír la bella voz de Juanita Cruz (hoy, presente, allá arriba en el coro) acompañada al piano por mi padre, Don Diego Bote Colchón, quien además de la vida me transmitió la enseñanza y la práctica del arte al que he dedicado toda ella. (GRABACIÓN)
Abundando un poco más en el aspecto musical de la fiesta, se puede observar que todas esas letras se cantan con un único motivo musical (EJEMPLO), utilizado también como estribillo en la composición de Juan Blasco, y como primera mitad de nuestra Jota de Quintos. Este conocido motivo musical junto a otro algo más corto añadido a modo de coda (EJEMPLOS), forman la celebérrima Jota de Romería almendralejense. La cual oímos interpretar en estos días a la Agrupación Folklórica Tierra de Barros y está recogida por nuestro buen amigo D. Luis Garrido Barragán en su estupendo trabajo de recopilación folklórico-musical. Se puede observar, también, que en las letras de esos cantos de jira o romería se producen característicos desplazamientos del acento prosódico en algunas palabras para adaptarlas al ritmo y la métrica musical. (Ejemplos: A la jira, a la jira, voy en un carró…, A la Jira, a la Jira, garbanzós verdés…, Carrerito, carrero, carreró chuló…, etc.). Lo cual indica que las letras de esas canciones se han ido añadiendo, a lo largo de muchos años, a una música ya generalmente conocida.
Bien, si continuamos recordando, nos damos cuenta de que es a partir del momento en que se comenzó a construir esta nueva Ermita -para venerar en ella a San Marcos evangelista-, cuando la jira paso a denominarse, nuevamente y con toda propiedad, romería, esto es: viaje o peregrinación a una ermita o santuario y la fiesta en torno a la misma para festejar al santo. El término, como es bien sabido, viene de romero, o “romarius” en latín, derivado de Roma por denotar a los creyentes que peregrinaban allí como centro de la cristiandad. Según nos dice Melchor de Jovellanos, en su opúsculo sobre espectáculos y diversiones, escrito a finales del siglo XVIII, “en la Edad Media creció y se fomentó el gusto de las romerías, cuyo origen se pierde en los tiempos de la primitiva fundación de todos los pueblos. La devoción sencilla los llevaba naturalmente a los santuarios vecinos los días de fiesta y solemnidad, y allí, satisfecho los estímulos de la piedad, daban el resto del día al esparcimiento y placer”.
En el aspecto musical de esta segunda etapa, aunque se siguen manteniendo los cantos tradicionales, unos nuevos temas de autor vienen a enriquecer el repertorio.
Algunos de ellos con aires andaluces, como la Sevillanas de San Marcos, del grupo local “Almas Rocieras”. A ello se añade la composición de dos himnos al Santo, que estos sí, obviamente, se dirigen expresamente a él. El primero de ellos es del año 1987, con letra de Dª Mercedes Vidal y música de D. Miguel Pascual Mellado. Y el más reciente, que tuve la satisfacción profesional de armonizar y transcribir tras oírla al teléfono en voz “a capella” del propio autor, tiene letra y música de D. José María Vivas, y se presentó en la pasada edición de la Romería cantado por el Orfeón Parroquial de San Roque. Es el que han escuchado al final de la misa. Su autor, un almendralejense residente en Barcelona desde hace muchos años, está hoy aquí entre nosotros cantando su himno con el Orfeón.
En los últimos años se introducen en la romería los pregones y el cartel anunciador de la misma, uno de los cuales guardo como oro en paño porque en el mismo aparecen en primer plano, ataviados de romeros, mi hija María Luisa y mis nietos Roberto y Paola. Y, lo más importante, la costumbre de hacer el camino portando el Santo desde la iglesia de San Roque hasta esta Ermita. Es un gozo inmenso participar en el mismo, pero cuando esto no se puede hacer impresiona divisar por el camino Husero, desde las escalinatas de la ermita, una difusa serpiente multicolor que al aproximarse a la explanada va definiéndose hasta mostrarnos los rostros alegres de miles de romeros acompañando al Santo. Y con ellos una larga caravana de carretas engalanadas, entre las que llaman especialmente la atención aquellas que van tiradas por yuntas de mulas luciendo preciosas y bien conservadas jáquimas.
Y así, con la aceptación general de variantes rituales más o menos enraizadas en nuestro pasado, esperamos seguir celebrando muchos años más nuestra Romería de San Marcos, que seguirá siendo en esencia la misma mientras a la vuelta oigamos cantar: “A la Virgen de la Piedad muchas gracias le daremos, que nos ha sacado en bien de está jira que traemos”.
El que esta festividad local siga estando muy viva nos obliga a recordar con agradecimiento a quienes en los años ochenta hicieron posible su renacimiento, transformada, como hemos dicho, en Romería. Cuando se comenzó a oír aquello de “a las diez, de San Roque, ya sale el Santo, con el cura Jesús más unos cuantos”. Mirando ahora al futuro, hemos de comprometernos a cuidar esta herencia, conservarla y, si es posible, enriquecerla para transmitírsela así a las generaciones venideras.
Y como siempre por estas fechas se acrecienta nuestro interés por la meteorología, este pregonero quiere recordarles ahora que el primer día de primavera no suele coincidir con el primer día auténticamente primaveral. Pero también que entre ellos suele haber un mes de diferencia, por lo que, casi con toda seguridad, el 25 de abril tendremos un espléndido día de primavera. Invoquémosla en este momento con palabras poéticas de Carolina Coronado:
¡Salve, rayo del sol de primavera Por densas nubes fúlgido rompiendo!
¡Brilló su luz primera, la tierra embelleciendo!
Estamos, pues, en abril y el campo se nos muestra especialmente verde, florido y lleno de sugerentes aromas silvestres. Con un entorno así naturalmente engalanado, San Marcos evangelista, protector de nuestros campos, nos convoca una vez más a un día de campestre convivencia fraternal, aquí alrededor de la Ermita en la que le veneramos, erigida con la ayuda de todos los almendralejenses. Dejemos a un lado la rutina del quehacer diario y las preocupaciones cotidianas, contagiémonos de la alegría propia de la festividad y aprovechemos también estos días como esperada ocasión de entrañables reencuentros. Les invito a todos a participar en los actos programados, tanto en los religiosos como en los profanos. Bebamos y comamos calderetas, chanfainas, chuletas empanadas y enhuevadas, pestorejos, tortillas, chacinas de la última matanza, cojondongos, gazpachos…, todo ello con moderación; pero conversemos, bailemos y cantemos sin ella, porque, como dijo Cervantes, quien canta sus males espanta. ¡Que estamos en fiesta, que es San Marcos! Y como la música empieza donde las palabras terminan, cantemos todos ahora, en gozosa reunión, su nuevo himno.
¡¡¡¡¡VIVA SAN MARCOS Y FELIZ ROMERIA!!!!!!
[Publicado en Asociación Histórica de Almendralejo, La Pieza del mes, 36, 2017]