Los Libros de Acuerdos del Ayuntamiento de Almendralejo comenzaron el año de 1808, como era habitual, con la elección y toma de posesión de los oficios anuales. La toma de posesión de los regidores electos las recibió el alcalde mayor, Francisco Castro Valpuesta, ante quien prometieron defender el misterio de la Purísima Concepción de María Santísima, guardar las ordenanzas y regalías de la villa y guardar secreto en los ayuntamientos. El pueblo tenía unos 1.200 vecinos.
Desde el 3 de enero no volvieron a constituirse en Cabildo hasta el 2 de junio, cuando se presentó en las Casas Consistoriales Pedro Ramírez, capitán de caballería de Alcántara, con pasaporte de la Suprema Junta de Gobierno, dado en Sevilla el 31 de mayo de aquel año, por Francisco Javier Saavedra, Presidente de dicha Junta (hasta junio no se constituiría la de Extremadura, de la que formó parte un almendralejense ilustre, Juan Nieto, II Marqués de Monsalud, teniente general del ejército en aquellos momentos). Al capitán Ramírez se le autorizaba para que pasara a todas las ciudades y villas de España a ejecutar en ellas lo que se le había comunicado, para lo cual se le debía dar todo crédito y prestarle todo el auxilio que requiriera.
Leída la credencial, se subrayó en voz alta con un "¡viva el señor don Fernando VII!", y seguidamente el Ayuntamiento, cura párroco, eclesiásticos y nobleza pasaron a la Plaza Mayor en donde se repitieron vivas a Fernando VII, y luego, de nuevo, en las Casas del Cabildo juraron por rey a Fernando VII, obediencia a la Junta Suprema, dar la última gota de sangre en defensa de la Religión y de la Patria, declararon la guerra a Napoleón Bonaparte y se ofrecieron a cuantas disposiciones parecieran oportunas al citado Pedro Ramírez.
Nada nos ha quedado reseñado en los acuerdos capitulares de los importantes acontecimientos de los primeros meses de aquel año en que la historia se aceleró extraordinariamente: la abdicación de Carlos IV en su hijo Fernando VII en Aranjuez, el 19 de marzo; la devolución de la corona por parte de Fernando a su padre, en Bayona, en los primeros días de mayo; la cesión por parte de Carlos IV de sus derechos al trono de España e Indias al emperador Napoleón, mientras el pueblo de Madrid se lanzaba a las calles contra los invasores; los ecos del levantamiento popular y de la declaración de guerra del alcalde de Móstoles, que habían llegado a Badajoz el día 4 de mayo; o el asesinato, el 30 de mayo, del capitán general interino de Extremadura, conde de la Torre del Fresno, en la plaza de Badajoz.
El ritmo de la vida debió seguir con sus mismas pautas, pues no se observan anomalías demográficas: la población se estaba recuperando de la terrible crisis de 1805-1806, y los niveles de bautizados eran los acostumbrados en lo que iba de siglo, si exceptuamos los del bienio crítico citado; las defunciones, incluso, habían descendido después de los picos catastróficos de aquellos años; y los casamientos se repartieron mensualmente hasta finales de mayo en las mismas proporciones que en los años precedentes, si bien, a partir de esta fecha, disminuirían en gran medida.
El bautismo de uno de los nacidos en la villa en marzo de aquel año no fue, sin embargo, registrado en los Libros de Bautizados de su Parroquia, bajo la advocación de Nuestra Señora de la Purificación. Cruzaba Almendralejo en su marcha hacia Badajoz, como secularmente habían hecho tantas otras tropas, el Regimiento de Caballería de Borbón, en el que servía el teniente coronel Juan de Espronceda, sargento mayor del citado regimiento, natural de Los Barrios, en el Campo de Gibraltar. Le acompañaba en aquel viaje su esposa, María del Carmen Delgado y Lara, natural de Pinos del Valle, arzobispado de Granada, que se encontraba en avanzado estado de gestación, y a las seis y media de la mañana del día 25 de marzo, festividad de la Encarnación de la Virgen, dio a luz en Almendralejo a un niño, bautizado aquel mismo día en la Parroquia de la villa por el capellán castrense del regimiento, Juan Antonio Jordán, que le impuso los nombres de José, Ignacio, Xavier, Oriol, Encarnación, y le inscribió en el libro 1.242 del Regimiento [Archivo Eclesiástico del Cuartel General del Ejército (Segovia): Libro 1.242 del Regimiento de Borbón, f. 14v.]. La partida reseña al margen, con la misma letra, la inscripción "José Ignacio Xavier de Espronceda y Lara". Completan el cuerpo de la misma las indicaciones de que sus abuelos paternos son el coronel Diego de Espronceda, natural de Tafalla, en Navarra, y Agustina Fernández Pimentel, natural de Ceuta; sus abuelos maternos, José Delgado y Tadea de Lara, naturales de Pinos del Valle; y su padrino había sido el Vizconde de Zolina, Brigadier de los Reales Ejércitos y Coronel del propio Cuerpo.
La tradición, y el testimonio posterior de otra ilustre almendralejense, la poetisa Carolina Coronado, han señalado la morada de los marqueses de Monsalud como la casa matriz de José de Espronceda, familias entre las que existía una buena amistad, como se ha puesto de manifiesto con la correspondencia dada a conocer, en este año del bicentenario del nacimiento del poeta, por Luis Maestre Álvarez.
El ejército francés estuvo durante aquel 1808 todavía muy lejos de Almendralejo (casi no pisó tierra extremeña), pero los habitantes de esta villa ya aportaron desde el primer momento soldados y recursos para la lucha contra los invasores. Los primeros asuntos que tuvo de abordar la Junta Suprema de Extremadura fueron los de formar un ejército, decretando el alistamiento de todos los hombres útiles de 16 a 45 años, y obtener dinero para avituallarlo. Ya a primeros de julio dos regidores almendralejenses llevaron a Mérida a los mozos alistados de la villa; y en donativos se aportaron, en un principio, más de 50.000 reales y efectos de plata. No fueron suficientes los donativos y la Junta de Extremadura impuso una contribución general a toda la provincia, por una vez, de ocho millones de reales, de los que correspondieron a Almendralejo unos 125.000 reales, de los que había aportado al finalizar el año el 40% de dicha cantidad. También se socorrió a la Junta Central con 4.600 reales, a su petición del llamado "empréstito de los 50.000 duros", solicitado, en su nombre, a los extremeños por el Marqués de Monsalud, Presidente de la Junta extremeña.
Antes que las tropas francesas invadieran Extremadura, los soldados de esta Provincia, en número de 8.000, mandados por el Conde de Belveder, tuvieron su bautismo de fuego, intentando detener inútilmente al Gran Ejército mandado por el mismo Napoleón, que sufrieron humillantes derrotas en Gamonal (Burgos: 10-11-1808) y en el paso de Somosierra (30-11-1808). Las tropas extremeñas, derrotadas e indisciplinadas, convirtieron la retirada en vergonzosa huída y terminaron por amotinarse y asesinar a su jefe, el general San Juan, en Talavera. Aquel ejército que tanto trabajo, en hombres y dineros, había costado levantar terminaba de esta forma su primera incursión en la guerra de la independencia.
El peligro se cernía sobre Madrid. En Almendralejo se recibía a primeros de diciembre un dramático llamamiento en defensa de la capital de la Nación, manifestando que fueran disponiendo una requisa de todo tipo de armas que hubiera en la villa y un alistamiento de todos los vecinos desde diez y seis hasta cincuenta años sin distinción de estados ni calidades, incluyendo los Eclesiásticos regulares y seculares.
Estas posibles tropas, tan tardíamente coordinadas y tan faltas de medios, y modos, nunca salieron: Madrid había capitulado el día 4 de diciembre. Ahora, lo que había que hacer era construir un nuevo ejército de Extremadura (otra vez, hombres y recursos) porque los franceses estaban cada vez más cerca y, desde sus posiciones en Talavera de la Reina, amenazaban la entrada en Extremadura.