La falta de conexión entre Víctor y Soult que operaba en Portugal, paralizó el avance francés hacia Badajoz, pero sus tropas se dedicaron a ocupar y fortificar Medellín y Mérida y a saquear el territorio al sur del Guadiana, extendiéndose, sobre todo, por Tierra de Barros.
Ya con anterioridad a la batalla de Medellín, había cundido el pánico en Almendralejo y el día 22 de marzo la familia de José Velasco, salió huyendo, y no sería la única, hacia Barcarrota, de donde no regresarían hasta el 20 de mayo. Los franceses entraron en Almendralejo el sábado santo, día primero de abril, con cuatro regimientos de caballería a los que siguió la infantería, y establecieron un fuerte destacamento, citado en los documentos como la "Gran Guardia", especie de avanzadilla del Cuartel General situado en Mérida.
Además de las frecuentes correrías por los pueblos vecinos, no pasaba día en que los franceses no exigieran provisiones, ni día en que los extremeños no se las arrebataran, y, de nuevo, aparecieran las represalias del ejército de ocupación, que cometió "toda clase de iniquidades" en la ciudad, quemando, además, todo lo que era madera, hasta las puertas y ventanas de todas las casas que encontraban cerradas y las de los pajares.
El regidor perpetuo de la villa, Pedro Manuel Álvarez de Quirós poseía dos casas, en las calles Esparrilla y Jara, respectivamente, de un vínculo del que era poseedor, que siempre habían estado arrendadas y bien cuidadas. Los franceses "con el mal uso que hicieron de sus casas y el empeño que tomaron en aumentar perjuicios a los prófugos y ausentes" (como era su caso) dejaron las dos sin puertas y arruinadas de tal manera que podrían calificarse de yermas. Álvarez de Quirós se acogió a las Reales Cédulas que, para mejorar el aspecto público de los pueblos, permitían a los poseedores de vínculos tomar a censo redimible los solares o casas yermas, quedando impuesto su importe sobre el mismo edificio o lo que se reedificare, sin más permiso que el del Gobernador del Partido, y tasada la casa de la calle Esparrilla en 1.420 reales (el terreno y las paredes del corral, 440 rs; la fachada de la calle, 310; la pared de la cumbre y la pared tercera, 320; y la madera, caña, teja y puertas en 350 reales) impuso en la Real Caja de Consolidación de Mérida, dicha cantidad para recibir por ella los réditos correspondientes. Lo mismo hizo con la otra casa, tasada en 1.080 reales (terreno y fachada de la calle, 430; pared de la cumbre y puertas, 350; pared tercera, 120; y madera de los techos, caña y teja, 180 reales). Libres de carga, vendió ambas casas, la de la calle Esparrilla a José Fernández Cabezas por 4.500 reales, y la de la calle del Pilar a Domingo Álvarez Pérez, en 2.000 reales.
Durante mes y medio, el Marqués de Monsalud, comisionado por la Junta para dirigir las operaciones en la Tierra de Barros, desde su cuartel general en Nogales, hostigaba constantemente a los franceses y recibía continua información de patriotas desde los mismos pueblos ocupados por los invasores. Así, el 2 de mayo sabía que los enemigos tenían "en Almendralejo de 400 a 500 hombres de Infantería, y como unos 90 a 100 de Caballería".
Conocida la derrota de Soult en Portugal, los franceses abandonaron sus posiciones y se retiraron hacia el Tajo. Habían estado en Almendralejo 43 días, hasta el 12 de mayo, en que a las 6 de la tarde marcharon hacia Mérida, y desde allí, hasta cruzar el Tajo y establecerse en Talavera, donde, durante dos días, 27 y 28 de julio, 36.000 españoles del ejército de Extremadura y 20.000 británicos combatieron contra unos 50.000 franceses en una batalla cuya victoria ambos se atribuyeron; siendo, en realidad, una gran derrota de ambos bandos, con bajas que superaron los 7.000 hombres en cada ejército. Después, las tropas aliadas se retiraron, los británicos hacia Portugal y los españoles hacia la línea del Tajo. También en Talavera se perdieron carros y mulas de vecinos de Almendralejo que, más tarde, reclamarían por ello 11.900 reales.
Los pueblos ubicados entre el Tajo y el Guadiana habían sufrido enormes penalidades, soportando tres ejércitos sobre su territorio, el español, deficientemente administrado; el francés, esquilmador por ocupación y conquista; y el británico, exigente y poco propicio a pasar escaseces en su abastecimiento. Y los lugares situados al sur del Guadiana, aunque sólo habían alojado, de grado o por la fuerza, a dos de estos ejércitos, cumplían con el tercero, el británico, una importante labor de avituallamiento. Cuando se marcharon los franceses, se abrió expediente judicial contra Pedro Ignacio Barrientos, arrendador del abasto de carnes, sospechoso de haber servido víveres a los franceses y tener comunicación con ellos, durante su estancia en la villa.
El 3 de agosto, el Concejo de Almendralejo comunicaba a la Junta de la Provincia que, pese a la angustiosa situación en que les habían dejado los franceses, tenían hombres, carros y caballerías ocupados en el transporte de víveres para el ejército británico, y para el español, a los que proporcionaban grandes cantidades de granos, comestibles y utensilios. Un mes después, el 4 de septiembre, los vecinos de Almendralejo debían suministrar diariamente a una división británica, establecida en Talavera la Real, 1.000 raciones de pan, otras tantas de carne, 1.000 cuartillos de vino, 100 raciones de cebada y otras tantas de paja.
Aunque durante unos meses los ejércitos estuvieron alejados de Tierra de Barros, en acciones en La Mancha y en Andalucía, no por eso los extremeños dejaron de abastecerlos con hombres y suministros. En algunos casos, desertarían, como el vecino de Villalba, del Regimiento de Infantería de Mallorca, que es entregado al Alcalde Mayor de Almendralejo, José Casillas Castilla, en diciembre de aquel año, para que lo reintegre al Ejército de La Mancha.
Otra circunstancia es la de Pedro Trasmonte, vecino de Almendralejo, que declararía en 1811 "que había servido con dos mulas durante seis meses sin premio ni pago en el Ejército de Cuesta, en las batallas de Medellín, Talavera, Puente del Arzobispo y Mesas de Ibor, donde se perdieron las mulas y le mandaron que se retirara a su casa". Afortunadamente, pudo contarlo. Porque 1809 fue también un año muy negativo demográficamente en Almendralejo, indicio de las carencias existentes. Descendió el número de bautizados un 17% respecto a la media del quinquenio 1807-1811, y aumentaron las defunciones un 81% sobre el mismo periodo.